Desde sufrir la infección por Covid-19 y el consiguiente impacto a sus entrenamientos hasta la suspensión de varios torneos de atletismo en los que aspiraba competir, Diego Cotrina Vilela (20), semifondista amateur con un amplio palmarés en el ámbito interescolar, detalla aquí las peripecias que viene afrontando desde el inicio de la pandemia en busca de cumplir su mayor sueño: convertirse en deportista profesional.
Por: Diego Sánchez Valdivia
Portada: Francesca de la Flor
Diego trota lentamente por la pista atlética. Trata de controlar el ritmo de su respiración. Inhala y exhala profundamente. Repite la operación. De pronto empieza a expeler silbidos pulmonares que se tornan luego en resuellos prolongados. Se detiene. Voltea un momento para ver a su entrenador, pero no lo divisa. Se desespera. Piensa abandonar la pista, ya que no se siente bien: le duele el pecho y tiene espasmos musculares. Sin embargo, se obstina en retomar la faena. A la distancia, observa fijamente la meta. Acelera. Al llegar, con latidos galopantes punzando su pecho —que lo alarman de una posible taquicardia— recuerda que, tal como ese sprint, los últimos meses de su vida habían sido sumamente agitados.
***
Desde que culminó la secundaria, época dorada de su vida deportiva, Cotrina continuó entrenando en su afán de tomar el siguiente paso: el profesionalismo. Sin embargo, en el momento más intenso de su preparación física, los muros de la pandemia se elevaron súbitamente y lo confinaron en su pequeño departamento de Pueblo Libre. Aquello, sin saberlo, sería el inicio de la carrera más agitada de su vida.
Contagios y adagios
El 25 abril de 2020, la abuela de Cotrina cayó contagiada. En un principio, Diego se alteró profundamente: temía lo peor para ella, a quien amaba mucho y consideraba como una pieza clave para su motivación y logros deportivos. Cristiano devoto, empezó a orar por su salud todas las noches. No obstante, con el pasar de los días, el cuadro clínico de la abuela se tornó crítico, alarmando sobremanera a la familia. Debido al colapso del sistema de salud atizado por la pandemia, ellos prefirieron cuidarla en casa. Por teléfono recibían las indicaciones de un neumólogo y procuraban cumplir a cabalidad todos los protocolos médicos que exige esta enfermedad. En una semana, el departamento de Pueblo Libre se había transformado prácticamente en una hacinada sala de emergencias.
Por fortuna, luego de un vaivén de tribulaciones causado por mejoras y recaídas, la zozobra se diluyó una mañana cuando la abuela se recuperó tras permanecer casi cuatro meses bajo cuidado y observación constante. Al ver que sus oraciones no fueron en vano, Diego renovó su fe en Dios y en sí mismo: la fortaleza de su abuela le había insuflado valor.
Por desgracia, cuando la situación familiar ya se había estabilizado, una nueva variante del virus invadió su casa la primera semana de enero de 2021. Todos en su familia, incluso él, se contagiaron. Al poco tiempo empezaron a presentar los primeros síntomas: fiebre, escalofríos, tos, cansancio y dolor muscular. Como en muchos otros casos, nunca lograron saber cómo el virus se coló por su puerta, ya que todos cumplían rigurosamente con los protocolos de bioseguridad y la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno.
Como suele suceder después de este tipo de trajines, las medidas de seguridad se reforzaron: todos se aislaron en sus dormitorios, cambiaron la dieta familiar y extremaron las medidas de limpieza y de aseo personal. No obstante, las secuelas físicas y psicológicas ya eran evidentes. “Cuando caminaba o quería volver a entrenar me agitaba muy rápido, tenía problemas con la respiración y por momentos sentía que el pecho se me cerraba. Era muy difícil asimilar ese momento. Me tomó tiempo recuperarme para salir a correr diariamente como lo hacía antes”, recuerda afligido.
Diego tardó un mes en restablecerse. Mientras estuvo confinado en casa junto con el resto de su familia, hacía ejercicios de respiración para paliar las secuelas pulmonares. Tras superar la enfermedad, con la moral restablecida, Diego reanudó los ejercicios en su departamento con mayor regularidad. A pesar del espacio reducido, se valió de su ingenio y creatividad para armar circuitos de entrenamiento con cualquier mueble que tuviera a su disposición (sillas, mesas, etc.) y algunos kits deportivos como conos o escaleras de agilidad.
En un inicio, trabajó con ejercicios estáticos (planchas, abdominales, dorsales y, de vez en cuando, levantamiento de pesas). Más adelante, empezó a correr esporádicamente, entre 20 y 30 minutos, y siguió aumentando paulatinamente el ritmo de entrenamiento hasta restablecer su equilibrio y rendimiento físico.
***
Era abril de 2021. Después de largo tiempo, Diego pisaba una pista de atletismo: la del Complejo Deportivo de San Isidro. Su entrenador lo evalúa atentamente, pues aún presenta algunas secuelas físicas. El joven se santigua y, a modo de cábala de entrenamiento, repite su adagio personal: “Retroceder nunca, rendirse jamás”. Salta levemente. Estira los músculos y los tendones y empieza a trotar.
Atletismo peruano en vilo
A causa de la segunda ola de la pandemia en el Perú, el cronograma de competencias del atletismo nacional fue suspendido durante los primeros meses de 2021. Poco después, se reportó la cancelación de múltiples torneos internacionales en los que varios atletas profesionales, algunos con chance de clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio (cuya realización está prevista para este año), habían agendado su participación. Aquello afectó también a los atletas amateurs, quienes tenían proyectado competir en el mayor número de torneos nacionales con el fin de conseguir marcas que les permitieran ascender de status deportivo. “Ya cuando estaba preparado para volver a participar, las competencias se iban reprogramando y no había una fecha exacta”, lamenta Cotrina.
Por fortuna, el 4 de mayo, la Federación Deportiva Peruana de Atletismo (FDPA) publicó en su página de Facebook el nuevo cronograma de competencias nacionales, despejando de ese modo el clima de incertidumbre en el atletismo nacional. Con esta buena noticia, Diego empezó a trazar sus primeros objetivos. “Todavía no tengo una competencia fija, pero va a depender mucho de cómo vaya mi entrenamiento. Si este es fructífero y llego en óptimas condiciones, voy a empezar a competir”, asegura el atleta. No oculta su interés en participar en la Copa Nacional de Mayores programada para septiembre. Para lograrlo debe cumplir con ciertos requerimientos específicos: “Que la competencia me lance a la palestra profesional depende mucho de qué tanto mejore en mi nivel. Para obtener buenas marcas en el ámbito competitivo debo tener un entrenamiento programado, una buena alimentación y un buen instructor. Va a depender de todos esos factores”.
Quemando etapas
Destacado atleta del colegio salesiano San Francisco de Sales (ubicado en el distrito de Breña), Diego brilló en las competencias anuales de la Asociación Deportiva de Colegios Religiosos (Adecore) durante toda la secundaria. No hubo una sola temporada deportiva en que no fuera llamado al día siguiente de sus triunfos para ser condecorado por el director y luego ofrecer un ejemplar discurso en el podio del patio de secundaria.
Durante la secundaria había consolidado el palmarés deportivo de ocho preseas de oro, tres de plata y una de bronce en competencias de Adecore, todas divididas en pruebas diferentes que van desde los 400 hasta los 3000 metros. Lo logró en cuatro años consecutivos, del 2014 al 2017, siendo este último el año de su egreso. A esta larga retahíla de logros, se le añade uno de mayor peso: medalla de bronce en la carrera de postas 4×400 metros en la Copa Nacional de Mayores 2017.
Ávido de mayores desafíos, Diego empezó a alejarse paulatinamente de su etapa escolar. Sabía que debía cerrar un ciclo y empezar otro. Fue así como conoció al entrenador Luis Gala. “Me sorprendió bastante por su nivel de destreza en los entrenamientos, además de que recibía muy buenas recomendaciones cuando preguntaba por él y su forma de dirigir al equipo. Con el tiempo aprendí mucho de él y empecé a mejorar bastante hasta competir en la Copa Nacional de Mayores del 2017”, acota.
En septiembre del mismo año, tras finalizar esta última competencia, el atleta decidió prescindir de su entrenador para planificar su futuro universitario. También comenzó a entrenar por cuenta propia y a prepararse para competir en el evento Chrono Mile 2018, en el que finalmente obtuvo la medalla de plata en la modalidad de 4×400 metros. Para Diego aquello fue un logro de ensueño, ya que además pudo competir junto a su ídolo, el exseleccionado peruano Williams Ayrton García Prince.
Durante los años siguientes, Diego Cotrina desarrolló sus cualidades deportivas. El plano profesional ya no le parecía tan lejano, solo le hacía falta competir y demostrar lo aprendido. Sin embargo, la pandemia del Covid-19 llegó al Perú y el resto es historia.
***
Hoy en día, Diego continúa entrenando en el Complejo Deportivo de San Isidro. Las secuelas físicas y psicológicas que le dejó el Covid-19 casi han pasado al olvido, por lo que ahora entrena con mayor regularidad. Con ayuda de un fisioterapeuta, algunos psicólogos y, sobre todo, del deporte, su método de catarsis por antonomasia, ha podido dejar atrás los lastres del virus y enfocarse nuevamente en sus metas deportivas. De todo lo que le ha tocado vivir en el último año, Diego extrae una lección: “Hay momentos en los que las cosas no salen como uno espera. Obviamente uno decae y se siente abrumado, pero eso es parte del deporte y de la vida. Siempre va a haber un momento en el que voy a tener que levantarme por más difícil que sea la situación”.