Pasó de tocar la trompeta en el coro de un colegio de Miraflores a cantar en Liverpool, específicamente en The Cavern Club. Allí estuvo Bruno Rosazza, con su grupo Los Rigbys, en un tributo a los Beatles. Ese era su principal objetivo: estar en el lugar donde la reconocida banda de rock británica nació. Siete años después, el músico cuenta su inolvidable experiencia en Inglaterra.
Por: Iván Huanambal
Portada: Archivo personal
Imagina ser ovacionado en el club donde los Beatles tocaron sus primeros años, firmar autógrafos, dejar tu firma en un ladrillo de la caverna y tener una conversación con Julia Baird, la medio hermana de John Lennon, en medio de una borrachera. Bruno Rosazza tiene 28 años y es el protagonista de esta historia. La música lo envolvió cuando era un adolescente y tocaba la trompeta en la banda de su colegio. El cubano Abel Páez era su profesor.
No le gustaban los números, tampoco las letras, pero el amor por el arte musical lo ayudó a progresar en el Pestalozzi, el colegio suizo donde Bruno había jalado tres cursos en segundo año de secundaria. “Era un chiquillo tonto que no sabía nada”, como él recuerda. Entonces no le gustaban los Beatles, pero no se imaginaba lo importante que iban a ser en su vida cuando Víctor Yaya, de la banda Los Rigbys, se acercó a él porque necesitaban un trompetista para un tributo a la banda británica; iban a tocar en un bar de Barranco. A su madre, como a todas, no le gustó la idea de que haya jalado la boleta, así que no le dejó ir.
Las ganas de Brunito eran tan grandes que le pidió a los muchachos del grupo que vayan a su casa para que le rueguen a mamá: “Ya pues, señora, después del concierto lo castiga”, propuso uno de los integrantes. Tanto fue el lloriqueo que mamá le dio permiso para tocar en el Zipango Bar. Lo que no sabía es que la gran tocada le costaría tres meses de castigo encerrado en casa durante las vacaciones de verano. Esa lección fue suficiente. Bruno entendió que, aunque moría por la música, no podía descuidar los estudios.
Esa pasión apareció cuando era un infante. Su mamá le regaló un cajón cuando tenía diez años y después su abuela le obsequió su primera trompeta cuando estaba en tercer año de secundaria. En 2009 cantó “Day Tripper”, esa pieza irresistiblemente contagiosa de The Beatles. Fue su primera experiencia como vocalista, pero lo hizo fatal. Por tal motivo le prohibieron cantar. Una drástica sanción que duró dos años.
Luego de seis años como instrumentista de Los Rigbys, en 2013 llegó el momento de salir fuera del país. El destino era Buenos Aires. Invitaron a varios grupos que hacen tributo a los Beatles. Bruno estaba en la ciudad donde nacieron artistas y referentes que eran sus referentes, como Fito Páez y Charlie García. No lo podía creer. Él había ahorrado dinero para comprarse su iPad, llevarlo a Argentina y leer la letra de cada canción mientras la banda tocaba. La noche de la primera tocada, recuerda, vestía una camisa blanca con hilos en el pecho y un pantalón azul. Para su mala suerte, su iPad se cayó y la pantalla se rompió. Gajes del oficio… Más allá de este percance, la experiencia en Buenos Aires fue tan buena que la banda peruana decidió concursar para tocar en el Cavern Club, de Buenos Aires, el siguiente año. Mandaron su repertorio a los organizadores del concurso y aprobaron su participación. Iban por su primer desafío.
«Mamá, estoy yendo a ganar el concurso”, dijo Bruno antes de partir
Hubo tres fechas. Entre la segunda y la tercera Bruno conoció a su yo femenino, Bruna. Para él fue algo “súper rock and roll” conocer a una chica de otro país que era instrumentista como él, fue emocionante. Un amor pasajero, su despertar sexual. Fue su primera vez, en algún momento el músico pensó que Bruna había sido enviada por otras bandas con el fin de sabotear a Los Rigbys. Sus compañeros no lo encontraban por ningún lado, querían matarlo, hasta pensaron que lo habían secuestrado. Ya en la mañana del día siguiente, el joven enamorado llegó con los huevos para el desayuno a la casa de un amigo, donde toda la banda se había hospedado, y donde todos lo querían matar. Más tarde, era la última fecha del concurso y se iba a decidir al ganador. Como era usual, Bruno estaba sobándose las yemas de los dedos de la mano como cábala antes de cantar y esperar lo mejor. “You know my name”, del álbum Past Masters, fue el tema que interpretaron esa noche. Lo hicieron bien, tanto que obtuvieron el premio “Banda Revelación” del concurso. Las palabras que Bruno le dijo a su madre al partir se cumplieron: “Mamá, estoy yendo a ganar el concurso”. Todos lloraban de alegría, saltaban, rezaban, no podían creerlo porque ese premio les iba a permitir obtener los boletos para viajar a Liverpool. Esa era su próxima parada.
Todo lo vivido hasta ese momento parecía un sueño, pero aún no terminaba. Era el año 2015, Los Rigbys se caracterizaban por ser una banda de amigos. Álvaro Pinillos y Bruno Rosazza siempre paraban juntos. Viajaron a Europa 20 días antes del gran festival en Liverpool. Querían visitar a unos conocidos. Luego ambos se encontraron en Münich para tomar el vuelo a Londres, pero viajaban en vuelos distintos. Álvaro llegó dos horas antes que Bruno. No coincidieron en la hora de llegada y tampoco en el aeropuerto. Con el cabello hasta los hombros y barba enorme, algunos lo miraban como si fuese un terrorista. No tenía roaming en su celular para poder comunicarse con Álvaro. Lo único que tenía en mano era la dirección del hotel donde se iban a hospedar en la ciudad.
Londres le mostraba su lado menos amable: frío intenso y lluvia copiosa. Fue una experiencia detestable, recuerda el músico. “Era una mierda”, afirma Bruno. Estaba asustado y no sabía nada de su mejor amigo. Para colmo, solo tenía la fotocopia de la reserva del hotel, no podía hospedarse. Pasaron algunas horas, Bruno se encontraba en la esquina del hotel comiendo una salchicha y de repente observa que a 100 metros Álvaro avanzaba con sus zapatos de tela empapados de agua, parecían trapos. Lo abrazó como si no lo hubiese visto hace años. Horas después fueron llegando los demás integrantes de la banda y aprovecharon el momento para tomarse una foto en nada más y nada menos que en el famoso Abbey Road. Recrear una fotografía icónica de los Beatles en esta calle fue sensacional para el grupo.
Después de dos días, se fueron en tren hacia la última parada, Liverpool. Bruno y los Rigbys se hospedaron en un hotel “ficho” y se sentían como reyes. La estadía fue gratis pero la comida, no. “Comimos basura, porque la comida era carísima”, recuerda Bruno Rosazza. Tocaron once veces en diez días, fue muy demandante, pero lo disfrutaron a rabiar. Miles de personas estaban presentes en la caverna para observar a más de 60 grupos que hacían tributo a los cuatro de Liverpool. Llegó la primera tocada que tanto habían esperado y por la mente de Bruno solo pasaba la frase: “Lo logramos”. Todo el tiempo que trabajaron por varios años había valido la pena.
Después de cada tocada de Los Rigbys, la empresa que organizaba el festival entregaba el libro “Beatle fest” al público y siempre les pedían autógrafos. Un aficionado sorprendió a Bruno al pedirle firmar una foto suya. Era la primera vez que autografiaba su rostro, no podía creerlo porque solamente se dedicaba a hacer homenaje a los Beatles, no era Paul McCartney, tampoco George Harrison, John Lennon o Ringo Star. Era un peruano que jugaba al Playstation todos los días y que había jalado tres cursos en segundo de secundaria. Nunca se había sentido una estrella.
En otra fecha, toda la gente bebía alcohol, incluidas las bandas que cantaron durante el festival. Entonces, después de haber tocado con Los Rigbys, Bruno encontró a Julia Baird en el ascensor de la Cavern Club y se puso a conversar con ella. Ambos estaban ebrios. Para él fue algo memorable, no imaginaba que iba a tener una charla tan buena con la medio hermana del famoso John Lennon.
«Era un peruano que jugaba Playstation todos los días y que había jalado tres cursos en secundaria, nunca se había sentido una estrella»
Llegó el último día, debían partir a Lima. Bruno considera que fue un cierre para la banda porque habían logrado su máximo sueño, el objetivo de todos. Desde el 2008 todos querían tocar en Liverpool, unos jóvenes limeños lograron alcanzaron la meta.
Muchos se preguntarán si después de Liverpool los Rigbys siguieron juntos. El grupo seguía haciendo tributos y promovieron el famoso Beatle Day, entre todas las bandas que hacían homenajes a los Beatles. Fue en abril de 2018, cuando en la Concha Acústica del Campo de Marte, se dio el primer tributo. “Los mapaches” (jóvenes que estuvieron en el programa Yo Soy), iniciaron la tarde de este concierto.
Antes de que Bruno llegara al Beatle Day, había tenido otra tocada en el centro de Lima. Vestía una camisa de palmeras y lucía el cabello largo que le llegaba a los hombros. Manejaba a toda velocidad para llegar a tiempo al Campo de Marte. Como todo peruano que siempre hace las cosas al último minuto, Brunito había llegado al concierto cinco minutos antes de que los Rigbys subieran al estrado. Ya al momento de cantar, se sintió feliz viendo a su familia de la música a su lado. Ver a su mejor amigo Álvaro Pinillos, con el que estudió desde los seis años, mientras cantaban para el público peruano, fue emotivo para él. Abel Páez, su profesor en el colegio, también estuvo presente y lo felicitó. Fue un saludo rápido porque Bruno tenía que ir a otra tocada en Victoria Bar. Así acabó el gran homenaje a los Beatles para el músico.
Yo no era lo que se dice un fan de la banda británica, pero cuando asistí a este evento con mi hermano, en el momento en que escuché a Bruno cantar con su grupo Los Rigbys, salió a flote mi amor por los Beatles.
Actualmente, Bruno vive en Madrid y desea convertirse en productor musical y cazatalentos en Sony Music. A inicios de la pandemia, lamentablemente, perdió contacto con la banda y dejó de formar parte de ella. Sin embargo, sigue hablando con sus integrantes por WhatsApp. Con Álvaro Pinillos juega PlayStation todos los días porque, al fin y al cabo, los Rigbys siempre serán su familia.