Campeón con Juan Aurich (2011) y ganador de la Liga 2 con Cienciano (2019), Jorge ‘Coky’ Molina dejó los chimpunes y la camiseta dentro del short por los lentes y el trípode para grabar contenido como coach deportivo. Con alma de educador, confía en que los jóvenes pueden tener los recursos para superar las dificultades que él experimentó en carne propia dentro del competitivo mercado futbolístico. Vive agradecido con sus padres, cuyos valores lo ayudaron a desarrollar su carrera, y el fútbol, que le permitió mantener a su familia. Esta es la historia de un luchador.
*Este trabajo fue elaborado en el curso Taller de Crónica y Reportaje, dictado por el profesor Mario Munive.
Por Nicolás La Torre
Una tarde cualquiera en Pisco, cuando el cielo se pinta de naranja y el sol se esconde en el océano, tocaron la puerta de la casa de la familia Molina Cabrera, como tantas veces, para que el mayor de los Molina, Carlos, apodado ‘Kike’, salga a jugar fútbol. La señora Carmen Cabrera aceptó, pero esta vez con la condición de que se lleven también a Jorge, el hermano menor. En las canchas de tierra y piedras de su natal Pisco, donde las zapatillas no aguantan demasiado, ahí donde el polvo se levanta a cada paso y uno termina sucio de pies a cabeza, nació el sueño de ser futbolista profesional de Jorge Molina Cabrera.
Jorge Luis Molina Cabrera, o simplemente ‘Coky’, está por llegar a nuestro punto de encuentro. Lo espero algo ansioso, las preguntas que preparé revolotean en mi memoria. Esta misma sensación de nerviosismo fue la que experimentó ‘Coky’ la mañana del miércoles 20 de febrero del 2024, día en que anunció su retiro del fútbol profesional. El comunicado ya escrito y listo para ser publicado demoró en subirse por el debate interno que lo invadió. Sentado en la sala de su casa, recordaba su carrera. Resignado por no haber aguantado uno o dos años más, como lo tenía planeado. Presionó el botón de enviar, sabiendo que iniciaba una nueva etapa.
Acomoda su trípode con el que graba videos para redes sociales en su casa en Lima, un departamento que terminó de pagar hace un tiempo con lo que uno puede ganar jugando a la pelota, como él llama al fútbol. Un departamento que no pudo habitar hasta hace poco, cuando le tocó finalizar su carrera futbolística en la capital. Este no era su plan, pero el fútbol te lleva por caminos inciertos muchas veces. El inicio de la entrevista demora por su curiosidad acerca de la evolución de las comunicaciones y el periodismo. Hablamos de La fe del Cuto y Enfocados, programas que están dando la hora en plataformas digitales. “Uno tiene que reinventarse”, concluye.
Ahora ‘Coky’ es un exfutbolista, como puso en la descripción de su página de Instagram aunque el término no lo convenza. Quiere dejar en claro que ya dejó de jugar y ha iniciado una nueva etapa en su vida. Atrás quedaron los viajes por el Perú los fines de semana para disputar la primera o segunda división, en la altura de Huancayo o en el calor de Sullana. Con estadios repletos en La Victoria o en Cusco, o canchas a medio construir propias de regiones donde el deporte no es prioridad. Cesó la etapa de vestir los colores de Alianza Lima, donde dio sus primeros pasos, o Cienciano, donde dice haber sido más feliz. Con la camiseta encajada dentro del short, un guiño a su elegancia para marcar, con el ocho en la espalda y la cabeza siempre afeitada.
Cuando ‘Coky’ habla de su elegancia para jugar sonríe. Tendría que existir un consenso sobre lo que es la elegancia en el fútbol y no lo hay. Fue en las canchas un seis, o mediocampista defensivo, rústico, de 16 a 17 tarjetas amarillas por año, pero solo dos tarjetas rojas en toda su carrera. Cualquier persona más o menos entendida en el “deporte rey” sabe que el seis “tiene que morder”, tiene que marcar. Si la elegancia implica el talento o el juego bonito, ‘Coky’ sabe que no fue el más talentoso, pero sí buscó mantener el respeto y el juego limpio siempre. Él alude a la educación que recibió en casa y en el internado de Alianza Lima para menores en formación. Cuando uno no es talentoso, se enfoca más en el trabajo. Así lo cree ‘Coky’. Darse cuenta de sus debilidades lo ayudaron a enfocarse en mejorar sus carencias en el juego.
La educación de casa fue crucial en la vida de ‘Coky’. Como en muchos hogares peruanos, su madre fue una ama de casa dedicada a los hijos. Su papá, Carlos Molina, un trabajador de mañana a noche que traía el sostén económico. Nunca faltó la comida en su mesa. Su padre, un obrero soldador, le dio una lección que marcó su vida: la perseverancia para cumplir sus objetivos. Carlos Molina terminó el colegio a los 37 años, la edad actual de ‘Coky’. Tras jornadas de trabajo de 12 horas, utilizaba sus noches para el estudio, todo por dar el ejemplo a sus hijos. En la familia Molina Cabrera, la educación no se discutía.
Remontarse a Pisco en los ochenta es imaginar una ciudad en crecimiento. Una combinación de mar y ciudad, de avenidas y arena. Niños jugando en la calle hasta que el sol lo permita y los primeros faroles de la calle se enciendan. ‘Kike’, el hermano al que venían a buscar para jugar, era el talentoso. ‘Coky’ sabe que no tanto, pero él fue profesional y su hermano no, así como miles de jóvenes en el Perú. Por eso, hace hincapié en la necesidad de la disciplina y el acompañamiento. Cree que la educación debe ir a la par del deporte. Son más los que no llegan a ser profesionales y requieren de otros recursos para avanzar en la vida.
El camino para ser un futbolista profesional no es fácil. Eso es un mito. No basta con jugar bien. ‘Coky’ tuvo que salir de Pisco con 13 años para perseguir un sueño. Dejó atrás a su mamá, que siempre estuvo a su lado, y a su papá, el ejemplo de trabajo duro. Él y su hermano jugaban para la selección de Pisco, y en un torneo en Lima, les ofrecieron quedarse para pertenecer al equipo del que toda la familia era hincha. Sin dudarlo, aceptaron. Solo vería resultados una década después de su partida cuando debutó como profesional en primera división con el equipo que lo adoptó cuando aún se dejaba crecer el pelo ensortijado. Alianza Lima fue la casa de los Molina, ‘Kike’ y ‘Coky’, de 15 y 13 años.
Fútbol, estudio e incertidumbre marcaron la adolescencia de ‘Coky’. Estar ahí no garantizaba que algún día sería futbolista. Quiso regresar a casa casi de inmediato. Los veinte centavos quedaban cortos en el teléfono público para que sus padres escucharan sus quejas y su petición de que fueran a recogerlo. Solo y lejos de casa, ¿qué se supone que debe hacer un chico de 13 años? ¿Qué debían hacer sus padres? Una vez más, su papá marcó de manera profunda la vida de su hijo. “Claro, hijo, vienes a Pisco, pero te olvidas de jugar a la pelota, te dedicas al estudio”, le advirtió. ‘Coky’ entendió que sería futbolista o futbolista, no había otra opción. Gran favor que le hizo. Hoy no se imagina haberse dedicado a otra actividad u oficio que no sea jugar a la pelota.
Los papás de ‘Coky’, en Pisco, no pudieron ir a más de dos o tres partidos en su etapa formativa. La distancia y el trabajo se los impidió. Cuando ‘Coky’ llegó a ser profesional y jugaba en el Juan Aurich de Chiclayo, donde fue campeón nacional en 2011, en el mejor momento de ‘Coky’ futbolísticamente hablando, los invitó a ver un partido que prefiere no recordar: el balón no fue su mejor amigo aquella noche. Quien nunca olvidará ese encuentro es su mamá, que se ganó con todos los insultos que escuchaba de las tribunas cuando el mediocampista defensivo no rendía. Mientras sus rivales lo superaban a gran velocidad y perdía una vez más la pelota, ‘Coky’ buscaba, en medio del partido, la mirada y aprobación de sus padres. Y es que, aun profesional, el futbolista está lleno de inseguridades y miedos.
—Hijo, nunca más me invites. Yo veo el partido tranquila en mi casa —sentenció esa noche doña Carmen.
Si buscan “Coky Molina videos”, encontrarán la pelea con Roberto ‘el Búfalo’ Ovelar en un entrenamiento de Alianza Lima. ‘Coky’ no era apodado ‘Foreman’ o ‘Tyson’ solo por ser pelado y usar la barba de candado. Reconoce haber sido conflictivo. Cienciano fue clave para que entienda que no podía ser así toda su vida. El único club peruano que ganó un torneo internacional, por ese entonces, disputaba la segunda división. Llegó en 2018 y parecía que había nacido en Cusco, que había jugado toda su vida ahí, en algún barrio de San Sebastián o Wanchaq. La afición lo acogió, y de vez en cuando, lo “chancaban”, como él recuerda, pero se sentía cómodo. En esa temporada, Cienciano quedó a un punto de ascender a primera división.
Durante su segundo año en ‘el Papá’, llegó la renovación del equipo. Todos los jugadores eran nuevos. Excepto ‘Coky’. La directiva entendió que él debía ser uno de los pilares de un equipo joven, responsabilidad que no se tomaría a la ligera. Empezó a estudiar sobre liderazgo para apoyar a sus compañeros sin saber que más adelante sería coach deportivo certificado internacionalmente. En aquel 2019, recordado por todos los cusqueños, Cienciano regresó a la primera división de la mano de ‘Coky’, Juan Romagnoli y José Cuero como protagonistas. En ese club jugaría la mayor parte de su carrera. Fueron 82 partidos hasta que, una noche previa a las fiestas navideñas del 2021, recibió una llamada: no contaban con él para la próxima temporada.
‘Coky’ sabe que ser futbolista es ser nómade. Jugó en Lima, Cusco, Trujillo, Huánuco, Ayacucho y Arequipa. Uno tiene que acostumbrarse a ser una pieza más del ajedrez del mercado de fichajes del fútbol peruano. Al negocio del fútbol no le importó que ‘Coky’ se sintiera cómodo en el Cusco. Tal vez había encontrado su lugar en el mundo. Lo insinúo porque, cuando toma la camiseta del Cienciano que le alcanzo, sus ojos se iluminan. Le habría encantado cerrar su carrera en el Inca Garcilaso de la Vega. La fortaleza mental que, para entonces, había forjado, le permitió recibir la noticia con calma, controló bien las circunstancias, como un diez en el mediocampo. Pero es consciente de que no todos tienen esa entereza. Pasó de página rápido porque había que trabajar.
El retiro de un futbolista es un tabú en los camerinos. Hablar de la frustración o debilidades está vetado por la constante competencia. ‘Coky’ sabía que el día de su retiro del fútbol llegaría y que debía estar preparado. Ya lo había aprendido con su papá, tenía que estudiar. Se certificó como coach con mención en el área deportiva. También sabía que podía ayudar a más deportistas a superar la incertidumbre y sus inseguridades. Todos los golpes que recibió en su carrera lo llevaron a concebir un proyecto para ayudar a quienes piensen en tirar la toalla y renunciar. Su marca personal se llama “Tu compañero ausente» y alude a que, por más que un deportista no cuente con alguien en el vestidor o en la cancha todo el tiempo, él puede estar presente con las herramientas que brinda a los jóvenes para manejar mejor sus carreras. La mente juega un rol fundamental para todo deportista.
‘Coky’ lidió con sus propias limitaciones futbolísticas, la distancia de su casa y su familia cuando apenas iniciaba la adolescencia, con las salidas abruptas de equipos y las mudanzas repentinas. Natalia Galarza, su esposa y compañera desde el 2007, cuando aún no había debutado, y la responsable del corte de pelo de ‘Coky’, estuvo siempre en las buenas y malas. En Cusco, Trujillo o Huánuco. Una pieza clave en la vida del excapitán de Cienciano.
Hace dos años, nació Gia. Según ‘Coky’, lo mejor que le dio el fútbol fue poder pagar métodos alternativos para tener una hija. Necesarios en su caso. Durante ocho años buscaron juntos diferentes tratamientos para que Natalia pudiera quedar embarazada, luego de una pérdida en una gestación en 2014. Casi una década de intentos que no todas las familias pueden costear. ‘Coky’ no se queda con las glorias futbolísticas o la admiración de los hinchas. El gran premio que le permitió el fútbol es su hija.
Pasaron más de dos horas y media desde que empezamos a hablar. El sol acompañó tanto que nos obligó a movernos un par de veces. ‘Coky’ tiene que irse a casa, seguramente lo esperan Natalia y Gia. Lo acompañan en este nuevo camino lejos de ponerse los chimpunes y el polo dentro del short, pero siempre ligado al deporte. Con perseverancia como su padre le enseñó y con el amor a la familia que su madre le dio. Comprometido a hacer más sencillo el sueño de los niños que juegan en canchas de tierra y piedra, sucios de pies a cabeza en la esencia más pura del juego; los que viven lejos de casa en internados deportivos y llaman a sus padres buscando ayuda; y los que dudan de sí mismos. ‘Coky’ quiere ser un compañero de deportistas, ese que él tantas veces necesitó y tantas otras no se animó a pedir.