Ronin Koshi es un joven artista de la comunidad shipibo-konibo establecida en Cantagallo, en el distrito del Rímac. En el contexto de la pandemia, cuando las carencias se agravan, él ha encontrado en internet una oportunidad para ayudar a resolver los problemas más urgentes de Cantagallo, un asentamiento humano que está en aislamiento total debido a los numerosos casos de COVID-19 detectados entre sus habitantes. Los talleres y cursos virtuales que Ronin dicta se han convertido en una forma de conectar a su comunidad con el mundo y a las distintas generaciones de su pueblo migrante. Para él estas actividades culturales tienen el potencial de ser una herramienta para el desarrollo sostenible, en medio de las difíciles condiciones en las que ahora sobreviven.
Por: Luciana Zunino
Portada: Luciana Zunino
Bajo la superficie del agua color sepia existe el mundo acuático o Jene Neté. Allí viven los seres del río: carachamas, bufeos rosados, sirenas y tortugas. Entre ellos se desliza ondulante la anaconda, creadora del río; este tiene la forma del rastro que deja la serpiente. El agua alberga y conecta vidas, la vida alberga agua en los cuerpos que habita. Por eso la anaconda representa un espíritu protector y creador. En la piel escamada del reptil se dejan ver rasgos que, en la cosmovisión de la comunidad indígena amazónica shipibo-konibo, reflejan el orden cósmico del universo y sus seres: plantas, animales, humanos y espíritus. Son un registro del mundo y a la vez contienen la potencia para transformarlo. De allí nace el arte del Kené. Esta palabra significa diseño en shipibo y es el lenguaje artístico por medio del cual se expresa el conocimiento ancestral de esta cultura. A través de los diseños se transmiten los sentimientos de quien los realiza y el conocimiento de los elementos de la naturaleza y sus espíritus, inspirados por la anaconda o serpiente cósmica, también llamada Ronin.
Por su capacidad para cambiar de piel cada cierto tiempo, Ronin es una metáfora viviente del cambio de un estado a otro. Poder cambiar de piel y reconstruirse es importante, sobre todo cuando es necesario transformar la realidad. Desde la comunidad shipibo-konibo de Cantagallo, en Lima, Ronin Koshi se ha propuesto transformar la realidad manteniendo viva su cultura. El joven artista nació en la comunidad de Pahoyán hace 26 años, en la región Ucayali, y se mudó con su familia a Lima cuando era niño.
La vida cotidiana en Cantagallo es muy complicada. Aquí viven 2000 personas que ahora solo disponen de 20 baños portátiles. Antes de ser colocados por la Municipalidad de Lima, Ronin llegó a contar hasta a diez vecinos de su comunidad que fueron detenidos, en la primera semana de cuarentena, por caminar hasta el baño público más cercano, a tres cuadras de distancia.
Residen aquí de manera estable 238 familias. Y a estas hay que sumar 400 migrantes que son población itinerante; estaban trabajando en la capital de forma temporal y pensaban regresar a sus lugares de origen, la mayoría en Ucayali, cuando de pronto los atrapó la cuarentena y la prohibición de salir de Lima. Ya no podían pagar sus alquileres por la falta de ingresos económicos y se refugiaron en Cantagallo. Es difícil albergar a tanta gente cuando se carece de recursos: las casas de la comunidad, hechas con tripley, calamina y recubiertas con costales, son pequeñas, estrechas, y no es posible aplicar aquí el distanciamiento social recomendado por las autoridades. Esto explica en parte porqué el 73% de las pruebas aplicadas a 656 personas dio positivo al coronavirus. Lo más probable es que la mayoría se haya contagiado cuando hacía sus compras en el Mercado de Caquetá, uno de los más contaminados de Lima. Después de 58 días de emergencia, el gobierno ordenó el aislamiento de Cantagallo.
Mayo de 2020, Ronin se alista frente a la cámara de su celular. Prepara los materiales, se acomoda la kushma y abre una ventana: en medio del estado de emergencia provocado por la pandemia, él encontró la manera de difundir su cultura y a la vez aportar a la economía de Cantagallo. “Taller virtual de bordado shipibo konibo”, se lee en el afiche que él colgó en sus redes sociales, “para más información escribir al correo…”. Una reunión virtual empieza y a pesar de las dificultades de la conexión a internet, Ronin saluda, en shipibo, luego saluda en español. Habla primero de él y luego presenta a su mamá, Olinda Silvano, que ha sido reconocida como “Personalidad Meritoria de la Cultura” por realizar y difundir el Patrimonio Cultural de la Nación, o sea los diseños kené. Durante la cuarentena, Ronin y Olinda contrajeron el COVID-19. Ronin no presenta síntomas, pero Olinda, sí. Está estable, pero en riesgo: además de las condiciones precarias en las que se vive en Cantagallo, el año pasado le diagnosticaron diabetes.
¿Cómo se puede poner en valor el arte nativo, pero ignorar la calidad de vida de quienes lo realizan? Promover y preservar la diversidad cultural de nuestro país exige que esta no se convierta en un detalle pintoresco de la ciudad. Durante el fin de semana que duró el primer taller, murieron tres personas a causa del COVID-19 en esta comunidad amazónica urbana. Uno de ellos, Filder Agustín, era un artista muy querido que hace poco había ayudado a construir el centro cultural de la comunidad. Ahora, un grupo de jóvenes, Los Nietos del Sol, se ha organizado en su memoria para hacer actividades comunitarias, como la limpieza de las calles no asfaltadas. Desde fuera de la comunidad, muchas personas, llevadas por su espíritu solidario, también está organizándose para hacerles llegar víveres, abrigo y medicinas y comprar sus obras de arte.
Olinda y Ronin explican que la difusión del arte y la cultura tiene un papel clave: son un soporte para la identidad shipibo-konibo de Cantagallo y también un sustento económico. Hasta la cuarentena, el principal ingreso económico era la venta diaria de artesanías, telares o pinturas en ferias y exposiciones. Ahora, en medio de la pandemia, se ha dado un cambio de piel: internet ha cobrado un papel importante en el plan de Ronin. Parece ser la manera de conectar al mundo con su comunidad y, dentro de ella, conectar a las generaciones jóvenes con las mayores. Ronin ha sido testigo de cómo a través del tiempo se ha perdido la transmisión de conocimientos, como la lengua y la cosmovisión. Ahora, con los talleres virtuales se pueden (re)generar nuevas dinámicas de aprendizaje participativo para el desarrollo de la comunidad: los jóvenes enseñan a los mayores el uso de aplicaciones y programas digitales, y los mayores enseñan a los jóvenes sus conocimientos ancestrales.
Octubre de 2019: en una pared con diseños kené se ve dibujado a Ino o el espíritu del jaguar guardián. Ronin decidió convertirlo en mural para simbolizar la protección, pues por fin las familias regresaban al terreno de Cantagallo, donde se establecieron hace veinte años. Debieron abandonar el lugar en noviembre de 2016, luego de que un incendio destruyó sus viviendas. Muchas familias, también la de Ronin, tuvieron que mudarse temporalmente a zonas como Campoy. “Cantagallo Renace” se lee en letras pintadas de color verde en un gran muro de cemento. Esta frase se volvió un emblema durante los últimos días de octubre, entonces se organizaron una serie de actividades para festejar esa capacidad de regenerarse una vez más.
Seguimos en octubre de 2019. Junto al mural de Ino destaca otro que es obra de Jossep. Él es un joven al que Ronin motivó a pintar. Dejamos los murales atrás, caminamos un poco más allá, en medio de la música, vemos tatuajes de huito, artesanías, un partido de fulbito, sentimos el olor a plátano a la parrilla, y finalmente reconocemos la galería de arte de la comunidad, construida gracias a la iniciativa del pintor David Ramírez. Al entrar se pueden ver los cuadros de los artistas shipibos. Diseños kené hechos con lentejuelas y pinturas de los espíritus de las plantas, con el Cerro San Cristóbal en el fondo. Como estos artistas viven en Lima, Lima también está en sus obras.
Cantagallo integra y hereda dos realidades en su arte, pero también sus problemas más graves, como el contagio masivo del COVID-19. Las comunidades indígenas amazónicas rurales y urbanas no cuentan con condiciones básicas de salud y alimentación que les permitan cumplir con la cuarentena, eso explica el contagio.
Hubo una dinámica en la migración: atracción-expulsión. Atracción hacia las ciudades en búsqueda de oportunidades para trabajar y estudiar; expulsión de las comunidades en la selva porque, a diferencia de lo que se cree, no estaban mejor allí. En realidad, la salud y alimentación de los pueblos indígenas amazónicos se ha deteriorado mucho: “Por la deforestación y la contaminación de los ríos, los recursos son escasos”, cuenta Ronin. Sus tierras, donde están sus hogares, donde nacieron y crecieron, suelen ser vistas como áreas para el tráfico ilegal de terrenos, el aprovechamiento de recursos, como extraer árboles e hidrocarburos. En, suma, en Ucayali se busca la deforestación de sus tierras para dedicarlas a cultivos agroindustriales. En Lima, en Cantagallo, los shipibo-konibo han sido obligados por la delincuencia a pagar cupos. Y el espacio en el que viven desde hace veinte años ha sido objeto de la ambición de políticos que prometieron obras viales o áreas verdes y que ahora están procesados por flagrantes hechos de corrupción.
Ino fue dibujado en la única pared que quedó de lo que alguna vez fue la primera escuela de educación intercultural bilingüe en una zona urbana. Allí se dictaban clases hasta antes del incendio de noviembre de 2016. Ronin se ha percatado que muchos jóvenes shipibos han dejado de hablar su lengua originaria. Una de las razones de este olvido es que en sus espacios laborales o de estudio la mayoría de personas se comunican en español. Muchos padres dejaron de enseñarle a sus hijos el idioma de sus ancestros por temor a que los discriminen; una forma de violencia que han enfrentado desde que llegaron a Lima. Muchos sienten miedo de ser blanco de algún maltrato o humillación. Ronin ha vivido la discriminación en carne propia; tanto en el colegio como en la calle. En lugar de camuflar su identidad por miedo o vergüenza, Ronin encuentra la respuesta a este problema en valorar su herencia cultural para superar cualquier complejo. Se ha propuesto recuperar y difundir la lengua, no dejar que se pierda en el tiempo. Para eso también sirven los talleres virtuales que organiza con profesores bilingües, como Juan Agustín Fernández.
En su taller virtual, luego de hacer una introducción a su cultura y a la historia del pueblo shipibo, Ronin narra una leyenda, luego Olinda, su madre, canta un Íkaro. Para él es importante transmitir el significado y contenido histórico de la comunidad. Explica en qué consiste el kené y de qué tratan los diseños. Ronin y Olinda hablan de la importancia que tiene para ellos que se conozca y asuma su presencia: los talleres virtuales han contribuido al interés por conocer y apoyar a la comunidad. La tradición oral es un método muy antiguo y efectivo para difundir y preservar tradiciones y conocimientos.
Olinda Silvano ha guiado a Ronin en su propia trayectoria como artista. Le enseñó que saber no sirve de nada si no se comparte con otros, si no se transmite el conocimiento. Por promover ideas como esta es que ella ocupa ahora el cargo de Secretaria de Arte y Cultura de la ACUSHIKOLM (Asociación Comunidad Urbano Shipibo-Konibo de Lima Metropolitana). Desde allí incentiva el desarrollo sostenible comunitario. Olinda ha recibido reconocimientos del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, y Ronin, su hijo, fue su mano derecha para muralizar espacios como el tren eléctrico y el Lugar de la Memoria. En 2018, con el apoyo del Museo Nacional de la Cultura Peruana, realizaron un kené en alto relieve con materiales reciclados. Su propósito fue compartir los diseños con personas invidentes. Ahora están trabajando en un libro para niños en forma conjunta con el Ministerio de Cultura. Olinda está comprometida con la difusión del arte y con las madres artesanas. Es la guía, traductora, profesora y amiga. Y una lideresa muy querida.
Ronin asume su rol pero desde otro ángulo. Él está con las nuevas generaciones, quiere potenciar y renovar el interés por su lengua y cosmovisión, quiere “crear a conciencia”. Se ha percatado de que muchos artesanos de su comunidad aprendieron a pintar, a coser y a bordar por necesidad. La discriminación, además, a menudo reprime el talento y surge el riesgo de que las obras se conviertan en una mercancía sin significado, sin legado cultural, un peligro que Ronin quiere contrarrestar.
Mediante la puerta abierta que para él representa el arte, Ronin puede conocer a otros artistas y otros estilos. Estas interacciones lo motivan a integrar todos los aprendizajes en sus creaciones. Aprendió a bordar y pintar viendo a su mamá, y así también descubrió que no hay una regla estricta, como él creía, sino que el kené puede retratar todo tipo de relatos. Compara lo que lee en los libros con lo que le contaron sus abuelos. Ronin quiere innovar y unir técnicas antiguas y contemporáneas en distintos tipos de expresión: juguetes, ropa, lienzos, murales, tatuajes y música. Antes de empezar, se pregunta a sí mismo qué quiere dar a conocer mediante su obra, qué fundamento hay detrás de su creación. Luego decide hacer el diseño. Le gusta integrar estilos contemporáneos, como el ondulado Mayá Kené, o con diseños milenarios, como el anguloso Xao Kené, que significa diseño de hueso.
Muchos alumnos virtuales de distintos países sonríen a la pantalla enseñando sus diseños bordados. Cuentan que lo que más les gustó del taller fue recibir mucha información de primera mano, sobre todo los cuentos y leyendas. “Gracias a todos por asistir al taller, ichabires irake”. Gracias a ti. El kené, registro del mundo, contiene la potencia para transformarlo. Al igual que el cambio de piel que marca la vida de Ronin.
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Si deseas más información sobre los talleres o hacer una donación para mejorar su infraestructura de conexión a internet, puedes escribir al Facebook de Ronin Koshi, llamar al 917576582, o hacer un depósito a la cuenta de ahorros BCP 191-97365163-0-47 (Código Interbancario: 4557-8805-9046-8314).
Para adquirir obras de los artistas de Cantagallo, comunicarse con la página oficial de los telares de madres artesanas o del colectivo cultural de la comunidad.
Para apoyar con donaciones de víveres, medicinas, abrigo y utensilios de higiene, escribir al correo somosamazonia.recaudacion@gmail.com.