Ha vivido en carne propia la represión y censura de la Policía mientras ejercía en Juliaca su labor como fotoperiodista durante las manifestaciones contra Dina Boluarte. Aquí se narra lo que el peruano Aldair Mejía (26) atravesó hasta ganar el POY Latam 2023, uno de los concursos más prestigiosos de fotografía documental iberoamericana.
*Este trabajo fue elaborado en el curso Taller de Crónica y Reportaje, dictado por el profesor Mario Munive y con Nicolás Cisneros como jefe de práctica.
Por Claudia Aliaga
—¡Ayúdenlo! ¡El fotógrafo se desangra!
—Soy enfermero, yo sé curarlo —dice un manifestante, antes de atarle la pierna con un pasador a modo de torniquete.
Aldair Mejía veía a los manifestantes caminando por el medio de la pista; sobre ellos, un letrero que anunciaba «BIENVENIDOS A JULIACA». Tenía un perdigón incrustado en la pantorrilla. Necesitaba asistencia médica. El gas lacrimógeno envolvía la carretera e impedía distinguir a los policías en aquel tumulto. Alrededor, los sonidos de disparos no cesaban.
Las voces de quienes intentaban auxiliarlo se iban disipando con el pasar de los segundos. Dos hombres lo cargaron hasta un mercadito aislándolo de la represión policial. Sentado en el piso, apoyado en un muro, un grupo de personas lo rodeaba expectante. Los que estaban cerca de él grabaron con su celular para que quedara registro de la herida.
—¡Es bala! ¡Así balean! —gritó uno de ellos.
—Un periodista internacional ha sido herido en este momento por la represión —informa un manifestante en uno de los videos que rápidamente se difundieron en internet sobre el ataque.
Los había dejado de escuchar y solo se concentraba en la voz de su cabeza que intentaba calmarlo: “Vas a estar bien, Aldair, vas a salir de aquí. Quédate tranquilo, es parte del trabajo”. Después de ocho años registrando conflictos, no imaginó que ese 7 de enero de 2023 en Juliaca, Puno, pudo ser el fin o, por lo menos, una larga pausa de su profesión.
Aldair no tuvo afición por la cámara desde pequeño ni influencia de algún familiar para dedicarse a la fotografía. Fue recién en 2016, cuando cubría policiales en El Trome, que se dio cuenta de su gusto por estar presente cuando había acción y capturarla con su cámara. A partir de entonces, no había marcha a la que él no acudiera, aunque eso significaba sacrificar sus ahorros para movilizarse. Desarrolló una pasión por estar en el momento exacto de los hechos para que su registro muestre lo que ocurría en su país. Cubrir conflictos se volvió parte de él y, con el perdigón incrustado en su pierna, su vocación corría peligro.
Llegó a Juliaca el 7 de enero de 2023 con tres amigos fotógrafos a fin de cubrir para la Agencia EFE las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte. Las manifestaciones empezaron el 7 de diciembre, día en que el Congreso destituyó al exmandatario Pedro Castillo tras su intento de autogolpe de Estado. En Juliaca, la situación fue crítica: el 9 de enero, dos días después del perdigón que recibió Aldair, 18 civiles fueron asesinados en dicha región debido a la represión policial.
Era su primera vez cubriendo fuera de Lima, su ciudad natal, y estaba listo para mostrar la realidad de las protestas que la televisión hacía ver tan violentas. “Cuando vi mi rodilla, vi un agujero y dije: ‘Ya está, es un perdigón, me va a dejar meses en cama’. Me puse triste porque mi objetivo era registrar lo que pudiera hasta cansarme”, recuerda.
Apenas inició el enfrentamiento entre manifestantes y policías, a las diez de la mañana, Aldair le tomó una foto a un civil que corría. Notó que dos efectivos se acercaron rápidamente, creyó para ayudar. Sin embargo, uno de ellos lo empujó con violencia. Aldair cayó a la vereda con la tierra. “Soy prensa, soy prensa”, dijo. “Eres rebelde”, respondió el policía. Aldair ignoró el incidente y siguió en movimiento.
Casi una hora después, Aldair capturaba las intervenciones policiales.
—Que no tome fotos —gritó un policía y quiso quitarle la cámara.
—Sal de acá, si no te vuelo la cabeza —fue la amenaza que escuchó luego.
Al mediodía, él siguió fotografiando, moviéndose de un lado a otro, buscando capturar lo más que pudiera. De pronto, observó a quien parecía ser un militar. Empezó a perseguirlo. Aldair corrió y logró esconderse en casa de una vecina que le abrió la puerta en el acto.
El disparo de perdigón se produjo a las 3:05 de la tarde, cuando los enfrentamientos se habían detenido. Aldair aprovechaba la calma para enviar sus fotos a su editor de la Agencia EFE cuando sintió su pierna adormecida y, al mirar hacia abajo, vio una herida y sangre que no se detenía. Entre los gritos de la multitud, solo deseaba volver con su familia.
Aún en la clínica, no se sentía seguro. En su tópico entraban personas que no conocía. Sus amigos le avisaron que afuera del hospital había militares que le estaban esperando. Escuchó a los doctores decir que la herida fue por el rebote de una piedra. Su miedo aumentó: “Acá hay algo malo, algo quieren ocultar”. Aldair no dudó en contar lo que vivió y regresó a Cusco —de donde partió hacia Juliaca— lo antes posible para ser atendido.
Sus padres le pidieron que se aleje de los conflictos, pero él, necio, como se describe, siguió haciendo lo que le gusta después de tres meses de recuperación. Hasta marzo de 2023 continuaron las protestas contra el actual gobierno y Lima continuó siendo escenario de estas. Aldair recopiló una serie de fotografías de aquellas marchas y las envió a un concurso iberoamericano, cuyos resultados supo a fines de mayo.
La competencia en la categoría “Noticias” del POY Latam 2023
El fotoperiodista se levantó temprano para ver la transmisión en vivo de la deliberación del jurado. El solo hecho de estar entre los diez mejores fue una señal de que estaba haciendo bien su labor. Competía con reconocidos colegas de México, Brasil e Italia.
En la final quedaron tres trabajos. El suyo seguía presente y se emocionó al ver que estaba a la par del de Daniele Volpe, un italiano radicado en Guatemala que fue premiado en las ediciones 2019 y 2020 por el World Press Photo, el certamen más importante de fotografía de prensa. “Aquí pierdo”, pensó. Sin embargo, al jurado le impresionó la foto de un joven cuya frente mostraba un hueco de sangre producto de una bomba lacrimógena. Esa fue la imagen decisiva para ser declarado ganador.
Aldair recuerda que la tomó al final de la protesta, cuando ya casi no había reporteros ni fotógrafos de medios de comunicación. Para él, es importante documentar todo, estar desde el inicio y permanecer hasta el último. Solo así pudo conseguir la foto que le otorgó el reconocimiento internacional que más valora.
En su profesión, ha visto mucho sufrimiento: pacientes de covid clamando por ayuda, el enterrar a un familiar, personas ensangrentadas, violencia y represión, como la que sufrió en Juliaca. La cobertura de las manifestaciones lo afectaron a tal punto que han aparecido en sus sueños. Pese a ello, Aldair recalca que es su responsabilidad registrar la realidad del país.