A primera vista, este lugar es conocido como el punto de encuentro de estudiantes de distintas facultades que disfrutan de conversaciones y estudios al aire libre. Aquí están los jardines más apacibles de la universidad: son un oasis de sosiego dentro de un campus dominado por siluetas presurosas que entran y salen de clases mañana, tarde y noche. Sin embargo, detrás de esta imagen placentera también hay un espacio de innovación y desarrollo tecnológico. En Digimundo se exhiben prototipos de proyectos desarrollados por el Grupo de Apoyo del Sector Rural. Presentamos seis testimonios de estudiantes, investigadores y visionarios que comparten sus experiencias y conocimientos sobre este paraje emblemático de la PUCP.
Por Karla Morales y Pamela Julca
Digimundo. Es así como los miembros de la comunidad PUCP han bautizado al rincón verde que se encuentra entre el Pabellón V y la extensa huaca que forma parte del Camino Inca. Este lugar se ha convertido en un refugio para los estudiantes. Es un remanso de paz frente a la estresante rutina de las aulas, las lecturas y los exámenes.
Luis Carrasco, egresado de Comunicación para el Desarrollo y asistente de comunicaciones del Departamento Académico de Ingeniería, cuenta que ya conocía Digimundo como un lugar único desde antes de ingresar a la PUCP. Durante su preparación preuniversitaria en la academia Pamer, en el 2012, escuchó historias sobre los rincones más famosos y exclusivos de la universidad, y entre ellos estaba Digimundo.
Desde que inició su vida universitaria, Luis Carrasco era un asiduo visitante de este lugar, siempre acompañado de amigos. Aprovechaba cada oportunidad para pasear y relajarse, sumergiéndose en la belleza de su entorno. Sentía un interés especial por capturar con su cámara los frondosos árboles y los rincones más escondidos que podía encontrar.
Además, disfrutaba de la compañía de los venados que solían deambular libremente por Digimundo. En aquel entonces, este lugar era un pequeño bosque, abierto y apacible, que fomentaba la armonía entre animales silvestres y la comunidad de la PUCP. Sin embargo, en 2015 hubo un cambio drástico: los venados fueron confinados en el zoocriadero, ubicado en la parte posterior. Esta decisión entristeció a Luis y a otros miembros de la comunidad universitaria. Él añora la naturaleza y la serenidad que el lugar les brindaba.
―Este era un lugar más cuidado, tenía más áreas verdes y no había tantas construcciones. Este cambio se debe a la sobrepoblación estudiantil.
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Eduardo, jefe de práctica del curso Tecnologías de la Información y Comunicación, está en clases en un salón del Pabellón V. Por su cercanía a Digimundo, él observa a varios de sus alumnos que usan este espacio como una zona de descanso. Eduardo coincide en que este lugar no está impregnado del incesante ajetreo académico que domina el campus de la PUCP.
Recuerda que en el 2004, cuando él era estudiante de Telecomunicaciones, nadie llamaba Digimundo a este lugar. Era el módulo de Apoyo al Sector Rural en el que solo había una caseta verde ecológica, donde se vendían algunos productos naturistas o manufacturados. Él sabía de las características de esta área verde desde hace veinte años, pero fue por sus alumnos que se enteró de que lo llamaban Digimundo.
―¿Qué es Digimundo? ―preguntó Eduardo, curioso, a sus estudiantes.
―Profe, es el lugar que está a la espalda de esta aula, justamente al otro lado del Pabellón V ―le respondieron.
Eduardo, quien conocía aquel lugar como el «Sector de Apoyo Rural», nunca imaginó que experimentaría una transformación con el paso de los años. Aquella modesta caseta verde ahora formaba parte de un espacio cautivador para decenas de estudiantes.

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En plena semana de exámenes, Adriana Villena, una alumna del último ciclo de Ingeniería Industrial, estudia junto a su compañero de curso en un acogedor comedor de ladrillos en Digimundo.
―Habitualmente vengo aquí para escuchar clases virtuales, avanzar exámenes y escribir trabajos. Aunque también utilizo los pastitos de al frente para dormir y almorzar con mis compañeros.

En el año 2017, durante sus primeros ciclos universitarios, un momento en particular resalta en su memoria: aquel peculiar comedor atraía a los estudiantes con un delicioso aroma a café. Era un punto de encuentro en el que los estudiantes podían disfrutar de una taza de café gratis por las mañanas.
Para Ivana, una estudiante de último ciclo de Diseño Industrial, se trata de un santuario de calma, rodeado de árboles, en el que ha pasado incontables horas en compañía de otros alumnos. “Con mis amigos jugábamos en el sube y baja, conversábamos durante horas porque es un lugar para el relajo y lleno de vegetación en donde te puedes echar y descansar con la mayor tranquilidad”.
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Detrás de esta apacible apariencia no pasan desapercibidas las enormes estructuras de metal, las ruedas y las máquinas adheridas al suelo. Muy pocos saben que todo ello forma parte del Grupo de Apoyo al Sector Rural. Todo comenzó a finales de los años ochenta, cuando un estudiante de Ingeniería Mecánica decidió investigar el uso de energías renovables en la agricultura. Su tesis se convirtió en el punto de inflexión y dio lugar a la creación del Grupo de Apoyo al Sector Rural de la PUCP. Miguel Ángel Hadzich Marín, el fundador de esta institución, se propuso impulsar el desarrollo de tecnologías orientadas al campo agrario. Actualmente, esta iniciativa se lleva a cabo con un equipo técnico interdisciplinario que reúne a ingenieros mecánicos, diseñadores industriales, gestores, psicólogos y antropólogos.
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Rafia Acosta, ingeniero mecánico y miembro destacado del grupo, revela que si bien los estudiantes lo conocen como Digimundo, su nombre técnico es Campo Demostrativo. Aquí se instalaron prototipos de diversos proyectos tecnológicos desarrollados por estudiantes y profesionales. El propósito es exhibirlos y mostrarlos a los interesados en adquirir o desarrollar estas tecnologías.
―Es mucho más que solo ver un proyecto en un afiche o leer sobre él, aquí se puede apreciar su aplicación real.
En su época de estudiante, Rafia recuerda haber utilizado este espacio para medir variables de energía como temperatura, flujo de aire y presiones. Para él y muchos otros estudiantes, Digimundo se convierte en un laboratorio vivo, donde la teoría se encuentra con la realidad y despiertan nuevas ideas.
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En medio de Digimundo, un lugar que destaca por su exuberante verdor y tranquilidad, yace el testimonio de los avances de un joven llamado Wiliam Matías, cuyo nombre se ha vuelto sinónimo de innovación. En un día soleado, un grupo de amigos empujaba una misteriosa máquina montada sobre cuatro ruedas, despertando la curiosidad de quienes los rodeaban. Pronto se revelaría que esta no era una máquina común y corriente, sino un robot diseñado específicamente para la agricultura.

Entre risas y entusiasmo, Wilder Matías, miembro del Grupo de Innovación Tecnológica de la carrera de Ingeniería Mecatrónica, compartió detalles sobre este proyecto.
―El robot tiene la capacidad de arar la tierra y remover residuos orgánicos, convirtiéndolos en valioso abono para la fertilización de los cultivos.
Este pequeño prodigio tecnológico está destinado a revolucionar los procesos agrícolas y optimizar la producción de alimentos.

Digimundo fungió como telón de fondo para mostrar, a través de un video promocional, las capacidades de esta tecnología para el sector agrícola. El objetivo era postular al AgroFood, una empresa líder en ingeniería agrícola enfocada en la innovación y calidad.
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Hoy en día, el Grupo de Apoyo al Sector Rural continúa su trabajo promoviendo la investigación y el desarrollo de tecnologías innovadoras para el beneficio de la población de zonas rurales. Se han realizado proyectos enfocados en viviendas como el sistema CAT, una solución creada para brindar confort térmico a las poblaciones vulnerables que residen en las áridas zonas altoandinas.

La preocupación por la salud también se encuentra en el centro de otro fascinante proyecto: el laboratorio de cocinas mejoradas. Conscientes de los peligros que representa la inhalación de humo durante el proceso de cocción de alimentos en viviendas de zonas rurales, se diseñó una cocina saludable bautizada en quechua como Allín wayk’uy. Esta reduce al mínimo los niveles de humo y mejora la calidad del aire en los hogares.
Digimundo es un oasis de tranquilidad en medio del tráfago académico, un lugar donde convergen la tecnología y la naturaleza. Sus verdes espacios y prototipos tecnológicos son una demostración de ello.