Salvador Sampén, reportero de América Televisión y Canal N, cubrió el último paro de transportistas y otros gremios en Ica, que se tornó en un conflicto violento en la mañana del 6 de abril a la altura del kilómetro 278 de la Panamericana Sur. Fue el único reportero que informó desde ese punto, labor que le llevó a enfrentar cara a cara a los iracundos manifestantes.
Por: José Cayetano
Portada: ANP
El autogolpe de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992 impregnó al país de una sensación de caos e incertidumbre en la primera semana de abril. Treinta años después, la coyuntura socio-política era semejante.
Paros y protestas violentas se presentaron desde el mes de marzo en distintos puntos del país —Huancayo, Trujillo, Huánuco, Arequipa, Ica— para exigir al gobierno soluciones a los reclamos de los manifestantes. El Ejecutivo, sin embargo, extendió el caos e incertidumbre con medidas indiferentes y fútiles.
—En aras de restablecer la paz y el orden interno, (…) el Consejo de Ministros ha aprobado decretar la inamovilidad ciudadana desde las dos de la mañana hasta las once y cincuenta y nueve de la noche del martes 5 de abril en las provincias de Lima y Callao.
Salvador Sampén (23), reportero de América Televisión y Canal N, escuchó el último mensaje a la nación de Pedro Castillo (4 de abril a las 11:42 p.m.) en un hostal del kilómetro 278 de la Panamericana Sur. Junto con Martín Moreno, camarógrafo, y Bryan Chanta, asistente del equipo, cubría el paro de transportistas en Ica, que empezó en la madrugada de ese día, desde la zona conocida como “Barrio chino (kilómetros 274 y 278).
Desde que salió del colegio, la vocación de Salvador por el periodismo lo impulsó a buscar prematuramente oportunidades para ejercer la profesión, inquietud que resolvió por cuenta propia: cuando aún se encontraba en Estudios Generales Letras en la PUCP, creó En tu cancha, canal de YouTube de noticias y entrevistas deportivas.
Culminó sus estudios universitarios en diciembre del año pasado, un mes después de trabajar en la revista Cosas, medio al que se incorporó de inmediato tras el fin de su labor como reportero en TV Perú. En el 2019, participó en la cobertura de los Juegos Panamericanos Lima 2019.
Su sueño era ser narrador de fútbol en Fox Sports como su ídolo, Mariano Closs, periodista argentino. Nunca imaginó trabajar en América Televisión a su edad, ni mucho menos que un día iba a enfrentar a un grupo de manifestantes enardecidos que amenazarían con matarlo, tal como sucedió en la mañana del 6 de abril.
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—¡Oe, agárralo a ese!
—¡Mátalo, mátalo!
Gritos desde la carretera despiertan a Salvador a las 5 a.m. Asoma a la ventana del hostal. Una turba de manifestantes llega al kilómetro 278 de la Panamericana Sur. Rápidamente sube al techo del edificio, donde ya se encuentra Martín Moreno grabando el momento en el que los manifestantes empiezan a lanzar piedras a los policías.
«He cubierto eventos violentos como la pelea entre simpatizantes y opositores del presidente afuera del Congreso. Pero el peor de todos fue el de Ica”, asegura Salvador, quien trabaja en América Televisión desde enero de este año
En la madrugada del 6 de abril la policía se dispuso a desbloquear la Panamericana Sur a la altura del kilómetro 278 para que las decenas de buses estacionados durante dos días debido al paro de transportistas avanzaran hacia su destino. Sin embargo, a las cinco de la mañana quinientas personas llegaron desde distintos puntos del Barrio chino de Ica para evitar que los policías liberen la vía.
Salvador distingue a un bus interprovincial que, aprovechando el tumulto, trata de salir de la columna de vehículos detenidos y avisa a Martín para que grabe el hecho. Los manifestantes se percatan de lo que intenta hacer el chofer y corren hacia el bus. Segundos después, los pasajeros gritan aterrorizados, clamando que dejen de lanzar piedras al parabrisas.
Entre las seis y siete de la mañana Salvador realizó despachos para los noticieros matutinos de Canal N y América Televisión. “Estamos en el techo de un lugar estratégico en el kilómetro 278. Por cuestiones de seguridad no podemos decir exactamente desde donde transmitimos”, declaró entonces.
Los manifestantes se dan cuenta de su presencia y un grupo empieza a dirigirse hacia el hostal. Martín continúa grabando y Salvador permanece con él. Cinco minutos después, escucha el impacto de una piedra en una ventana del edificio.
“Hay una cámara en el techo. Saca a esos periodistas. ¡Queremos lincharlos y reventar sus cámaras!”, gritaban los manifestantes frente a la fachada del hostal. Amenazaron a la dueña del local con destruir el inmueble si Salvador y Martín no dejaban de grabar. La mujer subió al techo y exigió que retiren la cámara. Sampén recibió una llamada del canal; le pedían que transmita en vivo. Él y Martín respondieron que no podían hacerlo: sus vidas corrían peligro.
“La policía no podía solucionar el problema. Ellos eran cuarenta y los manifestantes, quinientos. Habían tomado a cuatro policías como rehenes y estuvieron a punto de incendiar la comisaría de Villacuri, cerca al peaje que incendiaron el 4 de abril. Parecía el fin del mundo”, recuerda Salvador.
Minutos después Gustavo Sullca, corresponsal de América Televisión en Ica que se encontraba en el kilómetro 290, avisó a Salvador por WhastApp que un joven había muerto en medio de los enfrentamientos. Casi un mes después, las causas del fallecimiento aún no han sido aclaradas.
Hacia las once de la mañana, los manifestantes frente al hostal volvieron a exigir a gritos a la dueña que retire a los periodistas. Ella les pidió calma. Subió hasta el cuarto donde se encontraban Salvador, Martín Moreno y Bryan Chanta y les rogó: “Uno de ustedes tiene que salir a hablar con ellos para que no me destruyan el hostal”.
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—¿Por qué nos quieren matar? Razonen —dijo Salvador a los veinte manifestantes frente a él.
—¡Periodistas mermeleros! Se han vendido al gobierno— respondió uno.
Salvador negoció con ellos durante media hora y aceptaron dejar libre al equipo periodístico con la condición de que abandonen Ica en ese instante. De pronto un manifestante que sostenía un celular se situó al frente del grupo y gritó: “Miren esta foto de la tele. Aquí han puesto: ‘Enfrentamientos por bloqueos en Panamericana Sur’”. Se trataba del titular del cintillo que acompañaba las imágenes de los disturbios en el kilómetro 278.
A pesar que Salvador les explicó que aquella frase no denotaba una acusación, ellos no lo escucharon. Uno le agarró fuertemente el hombro y le dijo: “Oe, te vamos a linchar, ah”. Salvador retiró su mano y empezó a correr hacia el hostal. A pesar de la inquietante situación, él sonreía bajo la mascarilla. “Lo que estoy viviendo aquí es tan surreal que no puede ser verdad”, pensaba.
La dueña del local le abrió la puerta. Ella disfrazó a tres trabajadores y les ordenó abandonar el hostal, aparentando que se trataba de Salvador y sus dos compañeros. “El líder del pelotón no se comió el cuento e ingresó al edificio con tres manifestantes para buscarnos. Lo escuché subiendo las escaleras mientras conversaba con la jefa de Canal N”, narra.
—“Jessica, tengo que cortarte porque acaban de meterse al hostal para buscarnos” —alertó Salvador.
—“¿Han entrado? Nooo, nooo…” —se oyó al otro lado del teléfono.
Salvador, Martín y Bryan se escondieron en el baño de la habitación. Escuchaban los pasos de los manifestantes por los pasadizos. Abrieron una por una las puertas de las habitaciones, pero no los encontraron. Salvador recibió un mensaje del periodista Alexander Lavilla, quien le recomendó que se contacte con Zuliana Lainez, presidenta de la Asociación Nacional de Periodistas (ANP) para informarle sobre su situación.
“Pensaba cómo escapar por mi cuenta del lugar cuando al mediodía recibí la llamada del comisario de Ica, David Castilla. Teníamos una buena relación, porque lo entrevisté en los días anteriores. Le conté que estaba encerrado y me respondió que me iba a sacar. Me dije a mí mismo: ‘A este lo van a matar’”, cuenta Salvador.
Para su sorpresa el comisario Castilla llegó en pocos minutos y se reunió con los manifestantes para pedir que dejen libres a Salvador y su equipo. Ellos aceptaron la solicitud bajo una condición: querían explicar en vivo las razones de su protesta.
Salvador llamó al canal, contó lo que pedían los manifestantes y recibió una respuesta: sales al mediodía. En aquel despacho anunciaron que suspenderían el paro hasta las dos de la tarde para permitir que Alfonso Chávarry, ministro del Interior en ese entonces, acuda a una reunión a las cinco de la tarde en el coliseo del Barrio chino y escuche sus reclamos. Además, afirmaron que ellos no eran delincuentes ni los responsables del incendio de un peaje de la zona, que sucedió el 4 de abril.
Luego del enlace en vivo, Salvador y sus tres compañeros abandonaron el lugar a las 12:40 p.m. con dirección a Lima. Una hora después realizaron un nuevo despacho desde la Panamericana Sur para contar todo lo que les sucedió durante esa jornada.
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Un mes después de los incidentes, Salvador recuerda que no tuvo miedo de morir aquel 6 de abril. Mientras observaba los primeros enfrentamientos y durante los minutos que conversó con los manifestantes, una sola idea pasaba por su cabeza: “En qué rayos me he metido”.
“La experiencia de Ica fue pasar de una realidad a otra de manera abrupta. En el Barrio chino no hay nada asfaltado más que la carretera. La botica más cercana está a 20 kilómetros. Además, al igual que sucede en Lima, ellos esperan a un camión cisterna para tener agua. Que la gente se haya acostumbrado a eso habla de la lamentable realidad que vivimos”, sostiene.