Precursores del ritmo urbano

Loading

El hip hop llegó tarde al Perú. Llegó con el nuevo siglo, aunque en Estados Unidos llevaba sonando desde los ochenta. Llegó con el breakdance y el grafiti. Y sobre todo llegó con algunos locos que se sentaron frente a una computadora y empezaron a hacer algo impensado en la Lima de aquel entonces, como los protagonistas de esta crónica. Esta es la historia de Francisco de los Heros y Richard Collantes, conocidos en el mundo del rap peruano como Pounda & NoModico.
Por: Alexis Revolle
Portada: Pounda & NoModico


Cuando se descubrió haciendo música, Francisco de los Heros superaba apenas los veinte años. Había decidido estudiar diseño gráfico en el Instituto Toulouse Lautrec, en Surco. De estatura mediana y modales amables, Francisco era un joven limeño que, como muchos otros, enfrentaba el inicio de siglo con un sueño bajo el brazo: ser músico. Corría el año 2001 y las computadoras aún no invadían los hogares peruanos. Sin embargo, para él estos aparatos eran máquinas amigas, cómplices del día a día en el ejercicio del diseño. Fue así como una tarde Francisco se dejó llevar por la curiosidad. Había identificado a un compañero de clases, de esos que siempre parecen distraídos, utilizando un programa extraño en su computadora, un programa inexistente en los manuales del instituto. Algo de lo que hacía ese muchacho capturó por completo su atención y fue suficiente como para obligarlo a vencer la timidez y preguntar: ¿Qué programa es ese? Fruity Loops, respondió su compañero. Le servía para hacer música electrónica, por eso prefería pasar las clases de diseño ignorando a los profesores y, caleta nomás, sumergirse íntegro en sus creaciones musicales. Francisco quedó deslumbrado. Solo una semana después, empezó a hacer sus primeros intentos en Fruity Loops. Sin saberlo, había entrado a un camino de posibilidades infinitas: había empezado a hacer música. Pero lo suyo no era la electrónica.

Hoy, descargar un software de producción musical y aprender a usarlo es una práctica relativamente sencilla. Unos cuantos clics en la dirección correcta. La lista es vasta: Cubase, Adobe Audition, ProTools, Logic Pro, Fruity Loops, Ableton Live. Estos son algunos de los programas más célebres, los más buscados por curiosos que, motivados por la magia de internet, optan por hacerse músicos de un día para otro. La bendición de la inmediatez promete un futuro brillante. No hace falta saber, por ejemplo, qué es un acorde o una escala en modo mayor. Si consigues uno de esos programas y encuentras los tutoriales indicados en Youtube, tu carrera como productor musical será estupenda. Así, intentarlo es casi un deber. Por supuesto, muchos abandonan la iniciativa unos días después, al darse cuenta de que, en efecto, a lo mejor hace falta aprender algo sobre música antes de crearla, o de pretenderlo siquiera. Se necesitan un oído sagaz y algo de intuición. Eso o invertir en un par de cursos de producción musical. Hace veinte años, sin embargo, no era tan fácil intentarlo.

Francisco de los Heros lo sabe. Desde muy joven se dejó seducir por ritmos urbanos, como el hip hop y el reguetón. Tras descubrir Fruity Loops, software conocido también como FL Studio, la creación musical adquirió un lugar en su vida para siempre. Era inevitable: un amante de la música urbana, una computadora y un programa que permitía hacer lo impensado para cualquier limeño promedio. El resultado no se hizo esperar. Pronto Francisco empezó a hacer beats de hip hop (es decir, una pista musical en compás de 2/4 que se caracteriza por la constante repetición de un patrón rítmico hecho con percusiones, armonías y a veces melodías) para sí mismo, aprendiendo poco a poco, tratando de darle cuerpo a su sonido. Naturalmente, al inicio se limitaba a imitar lo que oía, a componer homenajes a sus artistas favoritos. Das EFX, Wu-Tang Clan o Bone Thugs-N-Harmony son algunas de sus referencias más importantes. Así lo confiesa, aunque su historia aún guarda muchas sorpresas.

De lo Heros puede pasar madrugadas enteras en su estudio casero, haciendo beats.

Una de ellas, y quizá la más importante, fue su contacto con un colectivo de rap llamado LyricalFam. De ferviente seguidor del grupo pasó a formar parte de él, y así conoció a otros raperos como Wayno y NoModico. Fue con este último, sin embargo, con quien hizo “match de pata”, como define el propio Francisco. NoModico, o Richard Collantes para los entendidos, era también uno de esos experimentores sonoros que estaba dispuesto a ir contra la época. Y es que, en los primeros años del milenio, el rap nacional tomaba prestado más de lo que producía. Si escribías temas de rap, lo más seguro era conseguir la versión instrumental de algún otro tema de rap, probablemente hecho en el extranjero, para plasmar tus rimas sobre ella. Pero hubo quienes, guiados por su ánimo de aprehensión, dedicaron horas a crear sus propias instrumentales. ¿Cómo funcionaba el asunto? Al igual que Francisco, Richard conoció el Fruity Loops a inicios de siglo, más precisamente en 2002. Confiesa que aprendió “de sapo”, acudiendo donde los que sabían, los pocos que sabían, y sentándose con ellos a ver cómo se hacía la magia. Lo siguiente era enfrentarse a la computadora, confiar en la intuición y entregarse a la perseverancia de no abandonarlo todo tras miles de intentos fallidos.

Tras aprender de referentes como Dj Zadik, Richard decidió montar su propio estudio, un espacio dedicado a la realización de pistas y a la grabación. El lugar, con el tiempo, se transformó en uno de los recintos más buscados por raperos de ese entonces, ávidos de instrumentales que acompañaran sus rimas. “En esa época era muy poco común que graben con pistas originales, todo era usado de internet”, comenta Richard. Pasaba el día entero en el estudio, sin descanso, haciendo trabajos para otros, llenando de vida un mundo que apenas emergía. De algún modo, se había sumergido en el vacío, en la nada con la que muchos se encontraban ni bien decidían emprender una carrera en la música urbana. Luego el estudio se fue haciendo popular. Su método publicitario más eficaz eran los propios artistas, que tras grabar allí compartían la experiencia con amigos y conocidos. No eran épocas de redes sociales, por supuesto. Fue una aventura que hoy Collantes evoca en su memoria como un período en que, si bien tuvo algo de éxito económico, no tuvo tiempo para hacer su propia música. Trabajar para otros y no para ti puede ser un buen negocio, pero NoModico sabía que aquel no era el futuro que estaba buscando. Hace ya algunos años que cerró el estudio y dejó de hacer beats.

***

Iba con camisa y jean. El cabello corto y, bajo los labios, un meticuloso trabajo de barber shop. Me citó en una cafetería miraflorina, en donde iba a reunirse con Richard Collantes, su actual compañero de grupo; y Renzo Lobato, el mánager. Pero ellos aún no llegan y Francisco, uno de los primeros peruanos en crear y vender beats en la incipiente escena local de rap que existía a inicios del siglo, me saluda afectuoso. Sabe que conozco su música, y quizá por ello empieza a contarme acerca de sus nuevos proyectos, del álbum que sacó hace unas semanas y del que ya está listo pero aún no ve la luz. “Quiero que ya salga el nuevo disco, soy muy impaciente con esas cosas”, revela de pronto. Su mirada expresa un aire de impaciencia, como si hablar de su música lo pusiera ansioso, o como si lo hubiera asaltado el deseo voraz de ir corriendo a su estudio casero y lanzar todo de una vez a través de Spotify o Bandcamp. Francisco vive en Chorrillos con su familia, en una casa de tres pisos cuya última planta ha convertido en un estudio musical. No demora en mostrarme un video de su hijo de cuatro años. “Este es Micky”, me dice, y en la pantalla un pequeño de gestos traviesos rapea una canción de Pounda & NoModico.

A punto de cumplir cuarenta años, Francisco sigue tan repleto de ideas como cuando estudiaba diseño gráfico. Sin embargo, hoy tiene un cómplice que no tuvo entonces. Richard Collantes, también rapero y productor musical, es su aliado musical más eficaz. Con él forma el dúo Pounda & NoModico, que son Francisco y Richard respectivamente. Llevan ya cinco años haciendo música juntos, y pese a las marcadas diferencias de sus estilos al rapear (Pounda es sosegado y NoModico más agresivo), algo los une de forma indiscutible: la ambición artística. Hoy, incluso, se han transformado en una banda. En sus presentaciones en vivo, el dúo se presenta junto a un guitarrista, un bajista, un baterista y un DJ, todo un espectáculo que da a su propuesta una relevancia difícil de encontrar en el mundo del rap peruano. Con frecuencia, los intereses de Pounda & NoModico trascienden el hip hop. Ello quizá explique algo tan sorprendente como los más de diez álbumes que han producido en tan solo cinco años, o como el álbum que lanzaron hace poco en donde fusionan música criolla con elementos de electrónica. Son dos obsesivos de su arte, que comparten un hambre inagotable por crear, crear y seguir creando.

En sus presentaciones el dúo se convierte en una banda.

Un día, en una discoteca, Francisco intentó cantar reguetón. En el lugar sonaba una pista y el animador invitaba a algún valiente a pararse en la tarima y desenvolverse con micrófono en mano. Un escurridizo muchacho de veinte años se acercó, pensando que era su oportunidad para que todos escuchen lo que había escrito. Era Francisco, que por entonces aún no era Pounda, pero ya escribía letras para canciones. Lo que sucedió luego fue una lección que no olvidó jamás. Su canción no le gustó a nadie, su interpretación tampoco. Tras ello otro tipo subió al escenario y entonó una canción de Daddy Yankee. El público aplaudió emocionado. La gente celebraba lo que conocía hasta el hartazgo, la fórmula aprendida por sus oídos. Lo desconocido, es decir, la canción propia de Francisco, no le interesaba a nadie. A partir de ahí, Francisco de los Heros creó un vínculo inquebrantable con el ingenio, un compromiso con la innovación. Por eso detesta la idea de hacer lo que todo el mundo hace. Una debilidad por la experimentación ha guiado su carrera desde entonces.

“Venían de provincia, de varias partes del Perú, un pata de España también vino”, narra Richard cuando rememora los tiempos en que era uno de los pocos creadores de beats en Perú. Un repartidor de hip hop. Por su lado, y luego de la experiencia accidentada con el reguetón, Francisco entró al ya mencionado LyricalFam, célebre en el circuito no comercial de inicios de siglo. “Allí estaban los más bravos de Lima”, comenta nostálgico. Comenzó a hacer pistas para el grupo, y también a rapear, a expresar lo que siente mediante el arte de la rima. Su estar en el mundo ha girado en torno a esas dos actividades durante los últimos dieciocho años. Un cuarto de vida dedicada a la música. Y buena parte de ese período dedicado a proveer de hip hop las vidas de muchos otros. Así, era natural que encuentre en NoModico un cómplice de travesías musicales.

Junto al mánager, ahora Francisco y Richard hablan sobre sus próximas presentaciones. Consideran la posibilidad de ser elegidos para presentarse en los Juegos Panamericanos que se celebrarán en la capital. “¿De cuánto es el bono?”, pregunta Pounda. “Cinco mil soles”, responde el mánager. “Ta bien”, agrega NoModico, y le echa una mirada de complicidad a Pounda. Luego de un rato, les pregunto a ambos si en algún momento han podido vivir de la música. Su respuesta no tardó más de dos segundos: no. Obviamente no. Quizá la pregunta fue ingenua. ¿Si no ganan demasiado dinero, entonces, por qué seguir con esto, qué los mantiene metidos horas y horas en el estudio casero de Chorrillos? “Lo más bonito de todo esto es poder hacerlo, con eso nos es suficiente”, responde Francisco, con una vehemencia difícil de cuestionar. Luego la discusión continúa. Quedaron atrás los Panamericanos. Ahora toca el nuevo álbum, que sin duda no será el último.