Una historia de vida más allá de una ley. Leddy Mozombite llegó a Lima el 2 de noviembre de 1974, fecha que recuerda muy bien ahora a sus 61 años de edad. Dejó en Yurimaguas a sus padres y a dieciséis hermanos. Vino atraída por la promesa de una mejor vida y con una hoja de bijao en la mano que debía alzar para ser reconocida por su nueva empleadora. Recuerda su primer día en la capital en medio de una intensa llovizna y un frío entumecedor. Había pasado la mitad de su corta vida como trabajadora del hogar y no sabía entonces que lo sería por muchos años más. Años que, sin embargo, estarían marcados por la lucha sindical, el compañerismo, la identidad política y sobre todo, por la búsqueda del reconocimiento para ella y las miles de trabajadoras del hogar en el Perú que desde niñas pensaron que habían nacido para cocinar, lavar y planchar.
Por: María Fernanda González Labbé
Portada: Facebook Fenttrahop
Tras haber sido locutora de radio, vendedora ambulante, electricista, auxiliar de nido y hasta mimo en una plaza de Lima, ahora, luego de toda una vida de lucha sindical, Leddy se desempeña como secretaria general de la Federación Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar del Perú (Fenttrahop), gremio sindical que recientemente ha logrado un hito histórico. El 5 de septiembre el Congreso aprobó la nueva “Ley de las trabajadoras y trabajadores del hogar”, y para Leddy este logro ha significado hacer justicia para más de medio millón de trabajadores del hogar en todo el Perú, de los cuales el 96% son mujeres. “Esto significa una reivindicación y, más allá de los nuevos beneficios laborales que tendremos, este es un homenaje para nosotras y para todas las mujeres con sueños propios”, afirma Leddy.
—Eras muy joven cuando empezaste como trabajadora del hogar, ¿aún recuerdas algunas de las aspiraciones que tenías?
—Mi papá era el teniente gobernador de un pueblo que fundó en Loreto llamado Nueva Esperanza y recuerdo bien que él tenía que leer el Código Penal y el Código Civil porque recibía muchos casos de mujeres maltratadas. Desde muy pequeña lo acompañaba a su trabajo y me decía “ojalá hubieras sido hombre” solo porque era inteligente y sabía leer. En su pensamiento yo no podía hacer esas cosas. Desde entonces, me gustó el Derecho y siempre quise estudiarlo. También me gustaba la psicología y las comunicaciones, pero me dediqué a trabajar y por más que intenté estudiar tres veces, tuve que dejarlo. De niña también ayudaba a mi papá en su negocio de botes. Él armaba barcos de uno o dos pisos y, cuando yo lo ayudaba con la construcción, me repetía “ojalá hubieras sido hombre”. En su momento no le daba importancia, pero ahora lo interiorizo y me doy cuenta de lo mal que estaba. Todo esto se lo cuento a mi nieta de 10 años y siempre me responde: “Abuelita tú sabes tanto, eres muy inteligente”.
—¿Durante todos estos años has trabajado únicamente en el área de limpieza y cuidado del hogar?
—He hecho de todo. Hace mucho tiempo trabajé en un programa radial y me gustó, tanto que empecé a estudiar comunicaciones en un instituto pero lo tuve que dejar. Para este programa me compré un libro sobre salud y enfermedades y así comencé a prepararme y estudiar para poder tener a especialistas invitados. También tuve mi propio programa llamado “Más que cocina”, donde hablaba de la lucha de las trabajadoras del hogar y de la importancia de formar una identidad sindical y ver esta lucha como una filosofía de vida porque no debemos decir “acá está mi sindicato y aquí estoy yo”, sino este debe ser parte de ti. También he trabajado de electricista arreglando planchas, he vendido en mercados, he sido ambulante y auxiliar de nido. Esto último me gustó mucho e intenté estudiarlo, fui a solo tres clases pero también lo tuve que dejar. Hasta he sido mimo. Mi hijo es actor y he podido asistir a varios talleres suyos y después de lo aprendido me junté con varias compañeras e íbamos al semáforo de la Plaza Bolognesi para hacer puestas en escena.
—¿Cómo llegaste a ser secretaria general del Fenttrahop?
—Mi vida ha pasado por un proceso sindical y organizativo. Desde que llegué a Lima, cuando tenía 14 años, he conocido a dirigentes y he participado en actividades sindicales. Muchos años después, en 2009, junto a unas compañeras creamos el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar Lima (Sinttrahol) y yo fui la secretaria general. A los cuatro años, luego de tanto trabajo e incidencia, decidimos hacer una organización más grande para agrupar a más trabajadoras del hogar y creamos el Fenttrahop. Desde entonces tengo el orgullo de ser la secretaria general gracias a la confianza que me han dado mis compañeras.
Desde niña Leddy ha vivido la violencia de género cotidianamente, y ha sido testigo del maltrato que sufrían muchas mujeres. Su padre abusaba de su madre y Leddy la defendía en cada situación. “Una vez llamé a mi abuelita, a la mamá de mi papá, para contarle lo que pasaba y le dije que venga con sus ortigas para golpearlo. Cuando lo hizo, estuve tan feliz porque sentí que yo le estaba haciendo justicia a mi mamá”.
—Has compartido muchas vivencias con tus compañeras en todos estos años de lucha sindical.
—De todas maneras. Muchas trabajadoras del hogar hemos sufrido abuso y violencia sexual. Cuando tenemos la oportunidad de conversar, contamos todas las vivencias que tenemos y la gran mayoría hemos enfrentado violaciones sexuales. Hay varias que lo han superado pero otras han sido marcadas por siempre, no han podido ser mujeres felices. No hemos podido cumplir nuestros sueños. Más allá de ser dirigentes, tenemos nuestras experiencias de vida y somos protagonistas de nuestra propia historia. Somos afiliadas a esta organización pero, más allá de eso, tenemos que ser conscientes de que somos mujeres con un rol importante en la sociedad, somos más que madres, más que abuelas, tenemos vida propia. Las mujeres también sentimos, tenemos vida y pensamos en nuestro futuro.
—Por eso es muy importante que reconozcan sus vivencias y también su trabajo, ¿qué significa esto para ti?
—Esta nueva ley reconoce el significativo aporte que hacemos a la sociedad y al desarrollo económico y social de nuestro país porque, con nuestro trabajo, sustentamos a dos familias, a la nuestra y a la de los empleadores. El trabajo del hogar es cuidar vidas, tenemos mucha responsabilidad. Por varios años nos han hecho creer que nuestra relación laboral con los empleadores es de familia. Nos han dicho que somos parte de su familia. No lo somos, somos trabajadoras y merecemos derechos. Esta frase de “eres familia” ha normalizado la explotación que hemos sufrido.
—¿Qué significa para el Fenttrahop la aprobación de esta nueva ley?
—Esta nueva ley desnaturaliza esa explotación que por muchos años hemos enfrentado, regula la relación laboral con el empleador, reconoce nuestro trabajo y no lo discrimina. También reconoce nuestro derecho a la educación, a la seguridad social, a la pensión y jubilación, a la seguridad en el trabajo, a las gratificaciones y vacaciones por 30 días, a la compensación por tiempo de servicio, al sueldo mínimo y a la libertad sindical. Esta es una reivindicación histórica para todas las mujeres a las que nos hicieron creer que nacimos para cocinar, lavar y planchar. Esta nueva ley, para mí, es un homenaje a mi madre, quien toda su vida sufrió maltratos y le hicieron pensar que había nacido sólo para lavar, planchar y cocinar. Poco a poco el mundo está cambiando y cada cambio es una revolución. Muchas veces las personas han pensado que por ser de provincia o no tener educación, no merecemos respeto ni derechos. Por eso muchos se han incomodado de que nosotras nos hayamos organizado para lograr esto.
—Más allá del deber de promulgar la nueva ley, el Estado peruano está en deuda con las trabajadoras del hogar.
—El Gobierno tiene una deuda pendiente: reconocer nuestros derechos humanos y fundamentales. Tenemos que ser reconocidas como ciudadanas en democracia. Necesitamos también la creación de un protocolo para la protección de la salud y el trabajo, además de políticas públicas de emergencia para atender a este sector. Por la coyuntura de pandemia, necesitamos un bono dirigido a nosotras porque muchas estamos sin trabajo. El trabajo de cuidado y limpieza del hogar es fundamental.
—En medio de esta crisis política protagonizada por el presidente Martín Vizcarra, la promulgación de esta nueva ley de trabajadores y trabajadoras del hogar, va a demorar más de lo que podrían esperar.
—Sabemos que va a demorar más de lo esperado, pero nosotras seguiremos vigilantes, no podemos pestañear. Nos hemos tenido que adaptar a esta virtualización para seguir reuniéndonos y seguir organizándonos porque nuestra lucha no está en cuarentena. Ahora tenemos que apuntar a la fase posterior a la promulgación, a la reglamentación, y para ello, tenemos como objetivo la creación de una mesa común con el Ministerio de Trabajo para incidir también en este tema, además de pedirles que se encarguen de la difusión de esta nueva ley para que todas las trabajadoras del hogar conozcan sus derechos. No podemos dormirnos.
Las trabajadoras del hogar y su lucha contra la pandemia
Antes de la pandemia, las trabajadoras del hogar eran víctimas de malos tratos y laboraban en condiciones precarias. Ahora, en tiempos de pandemia, esa realidad oculta ha quedado al desnudo: miles de trabajadoras han perdido sus empleos. Según cifras del Fenttrahop, alrededor del 24% han sido despedidas durante la pandemia.
—¿Cómo han enfrentado la pandemia? ¿Puede contarme algunas situaciones que conoce de compañeras suyas?
—Hay compañeras que no han salido de los hogares donde trabajan desde marzo. Varias trabajadoras están con sobrecarga laboral porque ahora hacen todas las tareas del hogar, sus empleadores están haciendo trabajo remoto y no tienen tiempo para nada. Además, muchas de las mayores hemos sido despedidas sin ningún beneficio por ser población vulnerable. Al no tener un contrato por escrito, no podemos supervisar la relación laboral, muchas están ganando solo la mitad de lo que percibían antes, en otros casos ni les pagan. Hay muchas que nos piden asesoramiento en situaciones de maltrato laboral.
—Hay aproximadamente 500 mil trabajadores y trabajadoras del hogar a nivel nacional. Un grupo reducido son los agremiados en federaciones o sindicatos, ¿qué sucede con el grupo que no alza la voz?
—Las que ya estamos organizadas tenemos que seguir fortaleciendo nuestra organización y también motivar a quienes no están agremiadas. En este contexto ha sido más complicado acercarnos a ellas pero vamos a impulsar a través de nuestras redes sociales la afiliación. Somos medio millón de trabajadoras del hogar y por ahora somos solo 3,500 agremiadas a nivel nacional. Tenemos el objetivo de llegar cada vez a más.