La Videna: entre vigas y colchonetas, nace una generación de gimnastas

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Seguramente las personas reconocen a la Villa Deportiva Nacional (Videna) por ser el espacio en el que nuestros máximos representantes del deporte de alto rendimiento entrenan y se preparan para dejar en alto el nombre del Perú. Este espacio, ubicado en San Luis, cerca de la tumultuosa avenida Aviación, no solo es un lugar destinado a entrenamientos, sino que se ha convertido en el segundo hogar de muchos deportistas. Se sabe poco de lo que sucede con deportes como la gimnasia artística, y menos del día a día de quienes la practican. En el gimnasio encuentras tanto a los deportistas que vuelan al hacer los mortales, o en búsqueda de la perfección en sus rutinas, como las vivencias, éxitos y fracasos que han tenido a lo largo de su carrera deportiva. 

Por Salma Cruzado y Germán Alencastre


Entre el sonido de los aterrizajes de los gimnastas al caer en el 12×12 (superficie de material elástico que amortigua las caídas), la música que acompaña las rutinas de piso y el magnesio embadurnado en gran parte del gimnasio, nos vemos envueltos en un ambiente que a más de uno puede sorprender. Al caminar por las instalaciones uno divisa la vestimenta característica de los gimnastas: los leotardos con brillos, en el caso de las mujeres y, con el torso desnudo, en los varones. Pero es probable que lo que más impacte a quien no está inmerso en este deporte sea la cantidad y variedad de aparatos gimnásticos instalados en el lugar. Es el Centro de Alto Rendimiento (CAR) más importante del país al que todo gimnasta anhela llegar.

Recinto deportivo en el que entrenan los gimnastas de alto rendimiento (La Videna). Foto: Germán Alencastre

Se cree que este deporte solo lo practican los hombres, dado que se requiere fuerza y extraordinaria destreza física para desarrollarlo. Se asume que por la cantidad de golpes que uno puede recibir, las mujeres no logran soportar estas caídas. Es cierto que las lesiones y accidentes son frecuentes en este deporte, pero no es un impedimento para que las mujeres puedan continuar con su pasión. “Es un deporte riesgoso. Estamos expuestas a lesiones físicas y mentales”, afirma Ana Karina Méndez, gimnasta de la categoría mayores de la selección peruana. 

La gimnasia artística es una disciplina deportiva que en un inicio solo era practicada por los varones, y cuya primera competencia internacional fue en Atenas en 1896. Recién en 1928, en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, se incluyó la categoría femenina. 

Como en todos los deportes, existen fases para el entrenamiento. Se inicia con un calentamiento, ejercicios preventivos y de fortalecimiento muscular, para después pasar a un circuito de preparación física. Allí empieza la singularidad de esta disciplina. “En el caso de las mujeres, seguimos el protocolo internacional para pasar por todos los aparatos al menos una vez a la semana: saltos, barra, viga y piso”, precisa Ana Karina Méndez. “En varones son seis pruebas: el piso o mano libre, los arzones o caballo con arzones, las anillas, el salto, las barras paralelas y la barra fija”, añade Mauricio Gallegos, gimnasta de la categoría de mayores de la selección peruana. 

En diciembre del 2014 fue inaugurada la nueva Videna. Y los deportistas celebraron las nuevas instalaciones y mejores condiciones para poder entrenar. “La antigua Videna realmente era una ratonera, no era ni la cuarta parte de esto y estaba en pésimas condiciones”, recuerda Mauricio. “El gimnasio anterior era completamente diferente, no teníamos fosa, las colchonetas estaban destrozadas, estaba sucio, no teníamos ni puerta, era horrible entrenar allí”, agrega Ana Karina.

Hoy por hoy, según comentan los gimnastas, este espacio es uno de los mejores a nivel de infraestructura en todo Sudamérica. “Tenemos aparatos nuevos que se quedaron desde los Panamericanos Lima 2019. Eso nos permite aumentar el nivel de dificultad de nuestras rutinas. Ahora el gimnasio es lindo”, afirma la gimnasta. 

Inauguración del Centro de Alto Rendimiento – La Videna (2014). De izquierda a derecha: Carlos Atoche (entrenador de la selección peruana), Salma Cruzado, Jimena Ríos, Lia Parado, Ana Karina Méndez (gimnastas de la selección peruana, categoría femenina-mayores). El entonces presidente de la República, Ollanta Humala, junto a su esposa Nadine Heredia. Jimmy Figueroa, Stefano Mostacero, Brandon Páucar, Daniel Agüero y Luis Pizarro (gimnastas de la selección peruana, categoría masculina-mayores). Foto: Facebook Ana Karina Méndez.

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Mauricio (29 años) es de Arequipa, y se dedica a la gimnasia de alta competencia desde hace 20 años, aunque recién en el 2017 llegó a Lima a entrenar en las instalaciones de la Videna. Cuando arribó a la capital, los directivos le ofrecieron la posibilidad de alojarse en el albergue del Centro de Alto Rendimiento, lugar en el que cuenta con alimentación y hospedaje.

El gimnasta de la selección peruana Mauricio Gallegos realiza la ‘salida mortal’ en la barra fija. Foto: Germán Alencastre.

Él comenzó su carrera deportiva en el colegio con tan solo seis años. En un tercer piso practicaban este deporte, y fueron los impactos del 12×12 lo que llamó su atención. Por eso decidió averiguar qué sucedía: “Vi al profesor ayudando a sus alumnos a hacer mortales, lo que me causó admiración”. 

Se recuerda como un niño hiperactivo, que hacía volantines en su cama. Su mamá renegaba: a causa de esas maniobras domésticas había roto dos catres. “Cuando le dije a mamá ‘Quiero hacer talleres de gimnasia’, no lo pensó dos veces y me dijo ‘Quédate todo el tiempo que quieras ahí'», recuerda Mauricio entre risas. 

Luego continuó su carrera en el Club de Gimnasia de Arequipa (CGA), pero ante la necesidad de progresar en su carrera deportiva, decidió migrar a Lima. Y qué mejor lugar que la Videna, un complejo deportivo que no solo le ofrece la infraestructura adecuada, sino que le ha permitido alternar con gimnastas que ahora son como su segunda familia. 

El gimnasta Mauricio Gallegos estira al finalizar su entrenamiento. Foto: Salma Cruzado

La nueva infraestructura que dejó el Proyecto Especial Legado de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Lima 2019 les permitió a los gimnastas desarrollar rutinas que antes les parecían imposibles de lograr. “Veías acrobacias que solo apreciabas en campeonatos de otros países y decías ‘¡Guau! ¿Cómo pueden hacer ese tipo de cosas?’”. La nueva infraestructura nos brindó la confianza suficiente para poder intentar cosas nuevas.

En la vida de un gimnasta hay triunfos y preseas, pero también el riesgo de sufrir lesiones. “Debido a que nuestro entrenamiento es netamente corporal, desde la punta de tus dedos hasta la punta de tus manos estás en probabilidad de sufrir una lesión”, explica Mauricio. La lesión que más le impactó fue una ruptura del tendón supraespinoso del hombro y la ruptura del tendón largo del bíceps. “Me tuvieron que hacer una cirugía, la cual me dejó fuera de dos juegos: un Bolivariano y un Sudamericano. Me costó mucho trabajo recuperarme tanto con el fisioterapeuta como en lo psicológico. Me preguntaba ‘¿Podré seguir haciéndolo? ¿Seré capaz de volver a practicar este deporte?’”.

Post del gimnasta Mauricio Gallegos tras haber salido exitosamente de su operación. Foto: Instagram de Mauricio Gallegos.

Entre las vigas, barras, anillas, y demás aparatos, para Mauricio, el recinto deportivo se ha convertido en un lugar de paz: “Siento satisfacción de estar en el lugar en el que realmente siempre quería estar. Creo que eso es lo que debería buscar todo deportista, sentirse en paz y bien, disfrutar lo que estás haciendo”. 

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Llegamos en una tarde nublada, entre el bullicio de un evento que se realizaba en la Plaza de las Banderas y el infernal tráfico de la avenida Aviación. Eran las 2:35 p.m. cuando entramos por la Puerta 1 de la Videna. El gimnasio estaba casi vacío ya que los deportistas se encontraban en su descanso, muchos de ellos almorzaban o conversaban. 

En el fondo se divisaba al equipo de gimnasia rítmica entrenando. Algunos gimnastas realizaban estiramientos en el 12×12, los directivos de la federación en sus oficinas y un pequeño grupo de jóvenes que saltaba de aquí para allá en el trampolín. El lugar lucía tranquilo, con una estación de radio prendida a bajo volumen, y con el personal de limpieza aseando los aparatos. 

El gimnasio está casi vacío: algunos gimnastas están en su descanso, otros estiran y el equipo de gimnasia rítmica continúa entrenando. Foto: Salma Cruzado y Germán Alencastre.

Una de esas jóvenes que descansaba era Luana Roda, gimnasta de la selección peruana, categoría junior. Cuando le preguntamos cuánto tiempo pasa en el gimnasio, detalla algunos de los sacrificios que conlleva ser gimnasta de alto rendimiento: “Entreno de lunes a sábado. Los lunes, martes, miércoles y viernes de 8 a.m a 12 p.m y de 1 p.m a 4 p.m. Los jueves y sábados de 8 a.m a 1 p.m.”. Esa es su rutina.

Luana Roda, gimnasta de la categoría junior, realiza acrobacias en el aparato suelo. Foto: Salma Cruzado.

En búsqueda de una mejoría, sus padres decidieron cambiar la modalidad de estudio a homeschool desde el 2019 en el Colegio Liceo Naval. “Antes entrenábamos solo cuatro horas, en las tardes. Iba al colegio en la mañana y tenía que hacer tareas, por lo que me acostaba muy tarde”, recuerda Luana, quien tuvo que sacrificar su vida social y familiar.

Pero la gimnasia se ha vuelto parte de su vida. A pesar de privarse de aspectos relevantes, ella la elegiría una y mil veces más. La viga es su aparato favorito, y lo que hoy la mantiene motivada. Al igual que Mauricio, ella revela su fascinación por el tiempo que pasa en este gimnasio: “Se siente como una casa, como una familia”.

Luana Roda realiza su rutina de viga. Foto: Salma Cruzado y Germán Alencastre.

Aunque si hay alguien que conoce cada rincón de este gimnasio, y que ha visto pasar muchas generaciones de gimnastas en la Videna, es Carlos Atoche (44 años), entrenador de la rama masculina de la categoría mayores. Lleva aproximadamente 20 años dedicado a enseñar este deporte, y pasa casi 12 horas en el lugar. “Desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la noche de lunes a viernes”, señala. 

Él se describe como una persona que persevera y se esfuerza para que sus alumnos logren cumplir sus objetivos. “Me llena mucho ver a los deportistas cumplir con las acrobacias que implican dificultad, en las que existe riesgo, pues me conecta con este deporte que, si bien es peligroso, es a la vez hermoso”, expresa.

Además del grupo de mayores, entrena a dos niños de la academia de gimnasia. Efectivamente, parecía divertirse con ellos. Los alentaba en los ejercicios, movía implementos como los cubos y colchonetas con prisa para realizar más acrobacias. Los niños brincaban en el fast tramp (aparato utilizado para aprender las acrobacias de mayor dificultad), realizando mortales de manera tan continua que hasta parecía sencillo hacerlo. Sin descuidar la integridad de sus alumnos, Atoche se veía concentrado en que sus alumnos realicen correctamente sus “vueltas” en el aire. 

Carlos Atoche entrena a sus alumnos pertenecientes a la academia de gimnasia. Foto: Germán Alencastre y Salma Cruzado.

Recuerda la anécdota de uno de los gimnastas con el que aún sigue recorriendo el camino deportivo: “En el 2005 empecé con un reducido grupo de gimnastas, entre ellos Daniel Agüero. En la primera competencia, el pequeño Daniel se escondió, se fue de la competencia. Resulta que estaba escondido debajo de una de las colchonetas y me causó mucha gracia, pero a la vez me asusté y me puse un poco nervioso”.

El experimentado gimnasta Daniel Agüero junto a su entrenador, Carlos Atoche, en distintas etapas de su carrera deportiva. Foto: Instagram de Daniel Agüero.

Del gimnasio tiene muchos recuerdos, sobre todo en etapas de competencia, debido a la exigencia de los entrenadores y el propio nerviosismo de los gimnastas: “En el año 2018 uno de los chicos se lastimó la cabeza haciendo una salida mortal en la barra”, recuerda Atoche. El gimnasio se ha convertido en un espacio muy importante para él: “Me dedico a la gimnasia artística. Yo vivo de esto y aquí tengo que estar”, asevera el entrenador.

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Ana Karina Mendéz (24 años) es gimnasta limeña de la categoría mayores. Al igual que Mauricio, comenzó en el colegio, cuando tenía cinco años. Empezó a competir a nivel profesional a los quince. Ella admite que tiene una relación de amor-odio con la gimnasia. Siente que es complicado lidiar con frustraciones, lesiones, acrobacias que no le salen, y repetirlas una y otra vez. Sin embargo, cree que si no dedica su mayor esfuerzo a este deporte, no se siente satisfecha con ella misma.

La experimentada gimnasta Ana Karina Méndez posa en la viga. Foto: Germán Alencastre.

De lunes a viernes Ana Karina ingresa al recinto deportivo a las 8 a.m. Invierte hora y media en llegar a la Videna, lapso que aprovecha para dormir o conversar con su entrenador de diferentes temas. “Mi entrenador Palmiro me ‘jala’ hasta la Videna”, señala. De regreso vuelve sola en el micro, y reflexiona sobre lo que hizo bien o mal durante el entrenamiento. “Si es que algo no salió bien hoy, mañana tendré otra oportunidad para mejorar”, afirma.

Con cierta nostalgia, cuenta que no le quedan muchos años en este deporte, a pesar de su corta edad. Es por eso que todos los días se esfuerza al máximo: “Trato de disfrutar cada día como si fuese el último”, expresa. 

Los mejores recuerdos que tiene de este gimnasio son los controles preselectivos en los que los deportistas realizan sus nuevas rutinas. “Cuando salen las rutinas pasamos momentos muy bonitos y los compartimos porque sabemos el sacrificio que hacemos todos los días para llegar bien a las competencias”, dice con orgullo.

Al igual que los demás gimnastas entrevistados, Ana recalca el ambiente que se genera en la Videna. Los deportistas se conocen desde hace varios años, comparten sus logros y tristezas, se motivan entre ellos, compiten juntos, y el gimnasio se convierte en un ambiente reconfortante. 

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Después de dos horas y media, aproximadamente, dimos media vuelta para salir del gimnasio. Distinguíamos algunos papás y mamás en la entrada del recinto, a la espera de que sus hijos terminen de entrenar. Para ese momento, observamos una mayor cantidad de niños de la academia. Algunos entraron nuevamente al trampolín. Se extiende el bullicio, los gritos de los pequeños, la música a todo volumen: el gimnasio ha cobrado vida. 

El gimnasio cobra vida: las niñas del grupo de proyección se divierten mientras estiran y otros niños saltan en el trampolín. Foto: Germán Alencastre.

Eran las 5 de la tarde, los entrenamientos continuaban y el frío se hizo más perceptible. Nosotros terminamos una tarde llena de acrobacias, una tarde llena de gimnasia artística. Por nuestras cabezas pasaba la ilusión de volar, hacer mortales o piruetas en la viga. Todo lo que habíamos observado en aquel lugar que seguramente seguirá construyendo historias, generando anécdotas y formando una familia de deportistas. 

Junto a nuestros entrevistados. Arriba: Carlos Atoche, entrenador de la selección peruana categoría masculina-mayores. Abajo: Luana Roda y Mauricio Gallegos, gimnastas de la selección peruana. Foto: Archivo personal.