Giuliana Cassano: una vida dedicada al estudio de los roles de género

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El género está en todos lados, y Giuliana Cassano, doctora en Sociología, nos explica por qué. Es una de las principales voces en los estudios de las representaciones de género en las telenovelas y la vida cotidiana. Además, como comunicadora audiovisual, comparte una mirada crítica que busca contenidos más sensibles y atentos a la presencia de las mujeres. 


Por Stephanie Morgenstern



“Espérame, Stephanie, que me acabo mi cigarro y empezamos”. Giuliana Cassano, de 59 años, apaga el fuego y me permite preguntarle: ¿por qué género? Su respuesta fue simple, y a la vez, contundente. “El género atraviesa todos los ámbitos de nuestra vida y estamos constantemente performándolo. Al comer, sentarse, andar en bus, hablar con amigos; cuando una madre embarazada piensa en qué color va a pintar el cuarto del bebé o escuchamos que a la hija se le pide servir primero al padre en la mesa”, señala.

“Estaba en mi cama leyendo a Teresa de Lauretis y empecé a recordar todas las solicitudes que alguna vez llené marcando F (femenino) o M (masculino). Nunca se ponía en cuestión si la M podría significar mujer. Y empieza desde los cinco años, cuando un niño ya te dice que el rosado no es su color”, añade la profesora. 

Y es que la niñez nos marca de distintas maneras. Lo que cautivó y permaneció en la mente de Giuliana fueron las novelas. Empezó con El conde de Montecristo o Los tres Mosqueteros, y como todos en algún momento, también se sentó a ver la televisión. La diferencia es que ella convirtió su interés en la pantalla en una trayectoria profesional, al punto de ser llamada especialista en telenovelas.

“Para algunos sectores de la academia, frente a los medios como el cine o el periodismo escrito, la televisión es vista como un medio de segundo nivel, y olvidan que la telenovela acontece en un mundo que es cotidiano para las audiencias y que forma parte de su historia”, apunta. 

Julio, 2023. Presentación de Giuliana Cassano en Lyon, Francia, en la International Association for Media and Communication Research (IAMCR), exponiendo sobre la telenovela peruana. Foto: archivo personal.

—¿De qué manera aplica en su día a día sus investigaciones sobre las representaciones de género? ¿Ha variado o cuestionado de alguna manera la forma en la que se comporta frente a situaciones cotidianas? 

—Yo empecé con el género 20 años atrás. La primera profesora que me dictó un curso de género, Norma Fuller, me hizo ponerme atenta al lenguaje, a observar comentarios que hoy conocemos como red flags. Yo empecé a apostar por un accionar más feminista, de igualdad. Por ejemplo, defiendo la posibilidad de que las mujeres tengamos total decisión sobre lo que pasa con nuestros cuerpos. Pertenezco a una generación en la que nos tocó vivir algunas cosas que nuestros antepasados habían armado en el camino. Nuestra primera opción no era el matrimonio, era el estudio.

Giuliana formó parte de la primera promoción de la maestría en Estudios de Género de la PUCP. La mayoría eran mujeres, había un segundo grupo conformado por personas de las diversidades sexuales, y luego estaban los hombres. Al terminar la maestría y embarcarse en su doctorado, trabajó en un proyecto sobre género junto con su asesora, Patricia Ruiz-Bravo, y con colegas de la misma área de estudios. Lograron recuperar material de telenovelas peruanas desde los setenta y pudieron evaluar el desarrollo de los modelos de feminidad a lo largo del tiempo.

Giuliana Cassano en la obtención de su doctorado en Sociología. El título de la tesis que sustentó fue Representaciones de género y melodrama televisivo en el Perú: una mirada al siglo XXI, y se publicó en diciembre del 2019. Foto: archivo personal.

—¿Qué modelos de género han permanecido en la telenovela peruana y cómo han cambiado a lo largo del tiempo? 

—El modelo que más ha permanecido es el mariano, con su característica de maternidad inspirada en la Virgen María como un mandato hiperconsolidado y asociado a la feminidad. Pero con la influencia de las novelas turcas desde el año 2015, se retoma el que las mujeres protagonistas tengan trabajo y estudios, dos herramientas importantes para la independencia económica de las mujeres. Entonces, desde ese año en adelante lo que tienes es que estos personajes que son madres, pero tienen otras expectativas de vida, sirven de ejemplo para nosotras. 

—¿Qué series, telenovelas o personajes en la televisión latinoamericana superan estos modelos arraigados en la sociedad? 

—Quizá la producción más importante en el caso peruano, por lo que significó para la historia de la telenovela latinoamericana, es el relato de Simplemente María, con Saby Kamalich como María Ramos. Su personaje es interesante porque es una mujer que termina independizándose. Empieza siendo una joven soñadora que cae en los engaños de un sujeto y se convierte en madre. La expulsan del trabajo y ella sale adelante porque aprende a leer y tiene habilidad para la costura. Esto dialoga muy bien con todas las mujeres solteras que hay en el país y los padres ausentes.

—¿Se podría decir que la telenovela y las representaciones de género en el mundo real se alimentan mutuamente para seguir existiendo, o es que los medios podrían ser los “responsables” de que estas representaciones aún existan? 

—Los medios reflejan las sociedades en las que existen. Por ejemplo, la televisión chilena está incorporando en sus relatos de ficción mayor cantidad de disidencias de género. Esto te habla de una sociedad que ha avanzado mucho en leyes de reconocimiento de derechos. En cambio, el Perú es más conservador, por lo que sus relatos también lo van a ser. Aquí no existe el matrimonio igualitario, ni siquiera la unión civil como posibilidad. El Ejecutivo no pone esos temas en agenda. El no reconocer un matrimonio igualitario no lo inventan los medios, es tema de debate público. Estos pueden transformar, pero no son constructores de las identidades o de representaciones, sino un reflejo de la sociedad en donde estamos, que no es una tolerante. Ahora, el cuidado de los retrocesos es importante. Se ha discutido que el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables pase a llamarse Ministerio de la Familia, y sabemos que esa familia va a ser heterosexual.

Giuliana Cassano, docente de los cursos electivos “Comunicaciones y Representaciones de Género” y “Telenovela y Género”, fue convocada por la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación para dictar tres talleres que explican a los profesores la importancia de aplicar un enfoque de género en la currícula del ciclo 2024-1. “Hicimos pensar a los docentes en sus materiales del sílabo. ¿Cómo seleccionan la bibliografía? ¿Qué tanto incluyen a especialistas y referentes mujeres y de la comunidad LGTBIQ+ en sus ejemplos? Fue bien interesante porque muchos docentes se dieron cuenta de que la bibliografía con la que trabajaban era más bien de sujetos masculinos”, revela.

Cierre del curso “Comunicaciones y Representaciones de Género”, ciclo 2023-1. Foto: archivo personal.

Y es que estos cursos ayudan a reproducir un cambio cultural no solo dentro de las aulas, sino en la forma en la que vemos el género en la sociedad, por ejemplo, en la política. “Puedes tener una presidenta o funcionarias en el ámbito político que no te representan, pero igual son importantes porque así nos acostumbramos a ver políticas mujeres y las niñas pueden aspirar a esos cargos. Puede que no estemos de acuerdo con lo que dicen, pero tampoco estamos de acuerdo con mucho de lo que dicen los políticos hombres”, opina.

“No se trata de forzar las cosas, porque a muchas personas les cuesta utilizar el lenguaje inclusivo, pero sí que haya una mayor simetría entre autores y autoras dentro de las clases”, precisa. Así, los profesores y alumnos pueden en conjunto deconstruirse, identificar discursos, y hablar sobre cómo se abordan los temas de violencia y masculinidades. 

—¿Qué espera que genere a largo plazo este enfoque de género en los estudiantes una vez que salgan al ámbito laboral? 

—Es tener egresadas, egresados, egresades que sean sensibles en lo profesional. Una vez que salimos del espacio académico nos olvidamos un poco y nos gana el ejercicio de nuestra profesión. Con esto, promovemos una convivencia saludable y segura, un respeto a los derechos humanos en general y específicamente hacia las mujeres en situaciones de violencia. Se trata de tener sensibilidad al hacer una nota periodística o crear un video, o pensar en la equidad de salarios.

—Para finalizar, ¿qué es lo que más le emociona de estar aplicando este enfoque en la facultad? 

—Ha sido un proceso largo, pero después de mucho tiempo se ha avanzado y ya tenemos lineamientos para que se cumpla, hasta hay otras facultades involucradas. Lo que era un diploma en Estudios de Género se convirtió en una maestría en la PUCP. Es emocionante e importante porque hoy es algo que ya es parte de la conversación, y no solo dentro de la universidad, sino fuera de ella. Es pensar en qué leyes tenemos, qué cursos y talleres se están dictando. No sé si todos, todas, todes somos conscientes, pero yo siento que el avance es sumamente potente.