A pesar de haber vivido en España desde los diez años, la drag queen, cantante y activista Gad Yola es peruanísima. Le da igual estar en Lima, Cusco o Madrid, ella pasea en sus tacones, con la frente en alto y decidida en su misión: luchar contra el racismo y los prejuicios desde el arte drag. Hace una semana, lanzó “Travesti del Perú”, su primer álbum musical.
*Este trabajo fue elaborado en el curso Taller de Crónica y Reportaje, dictado por el profesor Mario Munive.
Por Natalia Huerta
A Gad Yola no le da vergüenza salir y abrir la puerta con su rostro a medio maquillar. Todo lo contrario, no hay tiempo que perder. Aprovecha, toma aire y observa el ruidoso tren que pasa justo al frente de su casa, ubicada en la avenida Enrique Meiggs, en Cercado de Lima.
No lleva peluca, todavía. Su cabello corto está recogido por un clip de mariposa que deja ver sus facciones en todo su esplendor. Su piel marrón, sus pómulos marcados, su perfil dominante. Camina con la postura de alguien que se sabe hermosa, alta y valiosa. No necesita “estar” en drag para ser una queen. Hay un aura que la acompaña, una fuerza natural capaz de derribar estándares de belleza y prejuicios de la sociedad.
Ella cruza la sala rápidamente y regresa a su cuarto. Ahí la esperan unas dos o tres horas más de maquillaje. Tiene una sesión de fotos, una entrevista y un vuelo rumbo a Arequipa ese mismo día, aunque Gad Yola no parece preocuparse del tiempo. “No se puede apurar a una obra de arte”, le dice a su maquilladora, quien ríe y canta otro verso del reggaetón que suena de fondo: ¿Cómo se siente ser la latina más divina? De-demasiado bien…
Pese a la música, Gad Yola se mantiene quieta como una estatua. Tal vez piensa en un monólogo para su show de drag. Tal vez está disfrutando de sus últimos momentos en esa casa, la de sus tíos, en la que creció. Tal vez siente nostalgia al saber que esa misma tarde tendrá que partir de Perú.
Su quietud, además, evidencia un profesionalismo indudable. Una “cancha” que solo se consigue tras estar varios años en el mundo del espectáculo. Sin embargo, Gad Yola fue Gad Yola por primera vez hace tan solo siete años.
“Yo estaba en segundo año de mi carrera, Comunicación Audiovisual, y esa era la época de los youtubers LGBT. Todos ellos hablaban de un reality show llamado RuPaul’s Drag Race y empecé a verlo”, recuerda. Así conoció el drag, esta expresión artística performativa en la que, gracias a tacos, plumas y mucha actitud, se puede encontrar libertad de expresión.
Para Gad Yola, el drag es mucho más.
—Lo que yo realmente hago es activismo antirracista, cariño.
En España, los puestos de trabajo precarizados están ocupados en su mayoría por personas migrantes. “Tú te vas a un Starbucks o a cualquier restaurante, te va a atender un chico latino”, cuenta Gad Yola. Sus propios padres, cuando emigraron a inicios de siglo, tuvieron que entrar a la fuerza laboral del sector servicios. Su madre comenzó cuidando niños y limpiando casas. Su padre era conserje en una radio.
Gad Yola creció sin referentes. En la publicidad y los medios, solo encontraba hombres y mujeres blancos. En la escuela, en cambio, encontró que había más migrantes latinoamericanos que no existían para el resto del país. “La gente española convive con nosotros y nosotros con ellos, pero si tú ves la televisión piensas que en España solamente hay blancos”, comenta.
Para Gad Yola, el drag es un medio. Es la forma que ella ha encontrado para cambiar la realidad de las personas marrones y migrantes. A través de su arte, revaloriza su cultura, sus raíces, su belleza, su propio ser y existir. “Es estar en paz conmigo misma”, revela.
—Lo mío es muy del corazón, de la piel. No estoy con una computadora hablando de datos. Estoy hablando de mi historia, de mi familia y de mí.
Ser la primera persona abiertamente LGBT en su familia no le molesta ni le ha causado muchos estragos. Al contrario, Gad Yola cuenta que, a pesar de los prejuicios de la sociedad, nunca sintió rechazo por parte de sus seres queridos.
—Siempre le digo a mi mamá: “No soy un hombre, ni mujer”. Ella me responde: “Eres un peluche”. A lo mejor esa es mi identidad…ja, ja, ja… Un peluche brillante.
No puede decir lo mismo cuando sale a la calle en tacones y vestido. “Aquí la gente es muy criticona. La gente te grita cosas, te mira… Yo siempre intento enfrentarme a eso riendo. Es mi mecanismo de defensa”, señala. Cuando lo dice, sin embargo, Gad Yola no se ríe. En sus ojos se percibe un ligero dolor de saber que el país que tanto ama no la ama de vuelta. Todavía.
Gad Yola reside en Madrid, pero siempre está al tanto de la coyuntura del Perú. Por eso, en un acto de solidaridad con sus compatriotas, decidió protestar con su atuendo en el estreno de una película en diciembre de 2022. Usando de base un simple camisón, escribió con lentejuelas: “25 peruanxs asesinadxs por el Estado”. Así es su activismo, directo y brillante.
Sabe que, si en España se habla poco de racismo, en el Perú el tema es tabú. Justamente ahí reside su urgencia por regresar y plasmar sus proyectos creativos aquí. A través de redes sociales ha logrado conectarse con diversos artistas y colectivos LGBT peruanos con quienes ha establecido alianzas. “Ver que ellos existen y resisten, a pesar de la violencia en la calle, la violencia machista, la violencia transfóbica, para mí es el triunfo de una voluntad”, afirma emocionada.
Fueron estas alianzas las que permitieron a Gad Yola expandir su expresión creativa e incursionar en la música. En marzo de 2022 sacó la canción No exotice, una producción realizada íntegramente con un equipo de artistas queer peruanos. Actualmente, cuenta con 28 mil vistas en Youtube. Fue solo el inicio.
El 21 de junio de este año, tras dos años de trabajo, Gad Yola hizo realidad “Travesti del Perú”, al que denominó “el álbum que no tiene género”. El proyecto cuenta con la colaboración de 13 artistas de la escena queer peruana y española, como Putochinomaricon, Rev Silver, Nubecite, Isis Prince y Green Gemini.
Desde las letras hasta la estética, todos los detalles en la expresión artística de Gad Yola son políticos. Sabe bien de primera mano las dificultades que una persona no binaria, migrante y marrón tiene que afrontar en su día a día y utiliza esa realidad como inspiración para su música. “Nosotres como peruanes tenemos una historia LGBT que desconocemos y que es muy estratégica para hablar de nuestros derechos en la actualidad”, declara.
Gad Yola también tomó este proyecto como una oportunidad para rendir homenaje a quienes lucharon antes. El álbum contiene varias referencias a Giuseppe Campuzano, activista travesti que investigó sobre la historia del travestismo en Perú. “Conocí la figura de Giussepe a través de activistas peruanos LGBT y luego una amiga me pasó su libro Museo Travesti del Perú. Lo leí y me sentí interpelada”.
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Después de tres largas horas de maquillaje, Gad Yola sale a probarse su vestuario. Sus labios carmín y unas uñas larguísimas hacen que su imagen se eleve. Ya no es la misma que abrió la puerta. Sigue siendo hermosa, pero su belleza ahora es inalcanzable; su mirada, impenetrable. El impacto rítmico de sus tacones llena la habitación. Es como ver a un soldado con su armadura.
—Sin el drag, no haría todo lo que hago.
Según Gad Yola, todos hacemos drag. Para algunos será un terno formal; para otros, una casaca de cuero. Ella, con su imagen, tan hipnotizante como desafiante, se construye para ser ese referente que le faltó cuando niñe. Desde su trinchera, busca aportar a la lucha contra la homofobia, el racismo y la desigualdad.
—Mi sueño es vivir y hacer comunidad aquí. Yo quiero ser también una de esas personas que viven en Perú, que viven en Latinoamérica y que expresa su mariconería en su país.
En sus ojos arde el fuego de una revolución arcoiris. Se mira al espejo por última vez, respira y sale. Está lista.