La primera institución que formó periodistas en el Perú surgió en una época en la que se cuestionaba el estatus académico de una actividad asociada al empirismo, la improvisación y la bohemia. La dirigió Matilde Pérez Palacio, abogada y educadora, tenaz y pionera. No era una militante feminista, pero abrió las puertas de la universidad a las mujeres y les ofreció una carrera profesional. Durante 27 años su escuela fue un referente del periodismo peruano.
Por: Juan Gargurevich
Portada: Archivo PUPC
No eran días apacibles ni amables aquellos en que la dinámica y afanosa profesora Matilde Pérez Palacio preparaba la inauguración de la flamante Escuela de Periodismo de la PUCP como una rama del ya conocido Instituto Femenino de Estudios Superiores, fundado en 1932.
Cuando decenas de entusiastas jóvenes que querían ser periodistas ingresaron al local del colegio La Recoleta, en la Plaza Francia, a las cuatro de la tarde del 9 de mayo de 1945, los saludos, reconocimientos pero, sobre todo, comentarios, debieron ser relativos a la gran noticia que colmaba las páginas principales de los periódicos porque Alemania se había rendido.
El Comercio y La Prensa abandonaron su primera página dedicada a la publicidad y lanzaron ediciones extraordinarias. El decano abrió la página el 8 de mayo con el titular “Incondicionalmente se ha rendido Alemania” y dio cuenta de la reacción limeña ante la noticia que divulgó, en calidad de primicia, la agencia Associated Press. Quizá exagerando algo, añadió: “La noticia de la rendición de Alemania, al ser conocida, provocó gran alborozo colectivo, que se exteriorizó en formas muy expresivas. (…) En todas partes se produjo un ambiente de intenso regocijo, cambiándose impresiones sobre el aplastante triunfo de las fuerzas aliadas y el aniquilamiento del nazismo”.
El resto de diarios –La Prensa, El Universal, La Crónica y La Noche– dedicó sus ediciones matutinas y vespertinas a la celebración de la derrota del nazismo, aunque advirtiendo que todavía Japón seguía resistiendo pese a que el Eje ya no existía.
Y el presidente Prado aprovechó la ocasión para hablar por Radio Nacional, celebrando la victoria de los aliados… confirmando su don para la oportunidad.
Tampoco la tenía fácil el primer mandatario en esos días tan agitados porque en pocas semanas se realizarían las elecciones (el 10 de junio) y una ruidosa campaña a la vez que una batalla política encarnizada enfrentaba al abogado José Luis Bustamante y Rivero y al vencedor de la guerra contra Ecuador en 1941, el general Eloy Ureta.
“Con Ureta estarás a dieta… con Bustamante comerás bastante”, coreaban los partidarios del flamante Frente Democrático Nacional creado para facilitar el retorno activo a la política del Apra, el partido de Haya de la Torre y que apoyaba a Bustamante.
Nadie podía estar ajeno a la política en esos días porque los apristas se agitaban y salían a las calles con sus pañuelos blancos y a veces se enfrentaban a las ya escasas huestes de la Unión Revolucionaria que apoyaba a Ureta.
¿Cómo era Lima en mayo de 1945? Dejemos que nos lo cuente el periodista Domingo Tamariz, un distinguido graduado de la Escuela de Periodismo:
Lima, entonces, llegaba apenas a los 400 mil habitantes. No se extendía más allá de San Isidro por el sur y el Puente del Ejército por el norte. La radio, que entonces reinaba en los hogares, propalaba el fin de la Segunda Guerra Mundial. En tanto, el costo de vida hacía palidecer a las amas de casa. Con Prado se había iniciado una inflación que alcanzaba el 60 %. Pero poniéndole buena cara a los tiempos difíciles, la ciudad se entregaba frenéticamente al ritmo de moda, la conga, que alternaba con ensoñadores boleros, como “Nosotros”, que las parejas bailaban acarameladamente [note] Tamariz, Domingo Historia del poder. Elecciones y Golpes de Estado en el Perú. Jaime Campodónico Editor. Lima. 1995. P. 275 [/note].
El periodista nace, no se hace…
Escepticismo, indiferencia y no pocas burlas debió provocar en las redacciones limeñas el discreto anuncio de que la Universidad Católica del Perú abría una escuela para estudiar periodismo.
El periodismo diario de aquellos años, en la década de los cuarentas, era lento y mediocre en comparación al gran periodismo previo al Oncenio de Leguía, en el que habían brillado los talentosos jóvenes Valdelomar, Mariátegui, Yerovi, elevando el nivel de la batalla política.
Luego de la caída de Leguía y la resaca de la gran crisis económica del norte; la chatura de los años de Sánchez Cerro y Benavides, la persecución del Apra y de las izquierdas, el periodismo tenía poco que ofrecer más allá del seguimiento de los avatares de la Segunda Guerra.
Se fundaba y cerraban diarios destinados a la política, como El Universal que exhibía titulares en rojo; La Crónica oficialista se refugiaba en las notas policiales, mañana y tarde; La Prensa pasaba de mano en mano convertida en simple instrumento electoral; El Comercio estaba en la etapa más conservadora de su historia, no hacía esfuerzos de renovación y apoyaba a Ureta sin condiciones. Su primera página matutina, como dijimos arriba, era solo de avisos. Las noticias venían después pero la edición de la tarde era más periodística y dedicada a la crónica y al reportaje fotográfico.
Muy pocos eran los periodistas profesionales cabales, es decir, los dedicados a tiempo completo a la reportería o la edición. Cronistas politiqueros, noctámbulos, aficionados al trago y al burdel de quincena, llegaban a las redacciones en la tarde para recoger lo que los verdaderos periodistas, los jóvenes, habían recaudado en comisarías, parlamento, ministerios, etc. y ponderar, redactar y enviar a los talleres. La política, los editoriales, la hacían otros, unos señorones que los periodistas ni conocían.
Las ediciones se cerraban luego de la medianoche, nunca antes. Y a las tres o cuatro de la mañana las viejas rotativas rugían y arrojaban su producto diario a los canillitas que salían a vocear, a gritar las noticias pues en aquellos tiempos no existían los quioscos de hoy.
“No jóvenes, el periodismo no se estudia… el periodista nace, no se hace…”, fue lo que de seguro comentaron los veteranos periodistas y quizá con algo de temor de que su viejo coto cerrado sería amenazado por el entusiasmo estudiantil. Y es que hasta entonces el reclutamiento de nuevos periodistas era, como decimos, “por vara” o por “tarjetazo”.
Pero no podían ignorar que en muchos países ya se estudiaba periodismo en universidades, como en la pionera escuela de periodismo de la Universidad de Missouri, fundada en Estados Unidos en setiembre de 1908. Le habían seguido otras y, para los tiempos de la fundación de la escuela limeña, los estudios especializados de periodismo eran considerados necesarios para emprender la carrera de periodista en el país del norte.
En América Latina fueron los argentinos los primeros en comprender la necesidad de entrenar a sus reporteros para asegurar calidad. “Fueron los editores de los diarios La Nación y La Prensa, los que respaldaron (en 1901) la iniciativa de formalizar el entrenamiento de los redactores” pero sin llegar a fundar una escuela formal [note] Nixon B., Raymond. Historia de las Escuelas de Periodismo. “Chasqui-Revista Latinoamericana de Comunicación. Nro. Ciespal. Quito. 1982. Pp. 13-19 [/note].
La gran escuela llegaría recién en 1934 por acuerdo del Círculo de Periodistas y la Universidad Nacional de La Plata, y con un modelo que quizá sería el que imitó la Católica porque cualquiera podía matricularse sin haber terminado los estudios secundarios y sin pagar: bastaba con saber leer y escribir. La diferencia estaría en la fuerte politización de crítica abierta a los diarios tradicionales, al imperialismo, etc. mientras que en Lima se impondría un severo conservadurismo. A La Plata le siguió Cuba y su Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, en octubre de 1943, y que mantuvo prestigio hasta su cierre ante los embates revolucionarios de los años sesenta.
Por encima de todo… Matilde
Matilde Pérez Palacios había ingresado a la universidad en 1932 y en los seis o siete años subsiguientes estudió Derecho, Filosofía, Letras, Geografía y Pedagogía. Ella fue la promotora de la fundación de la Escuela y fue entrevistada, a través de los años, muchas veces sobre los orígenes de la idea, de cómo se decidió abrir ese nuevo espacio académico en la universidad.
Tomamos aquí fragmentos de la primera entrevista sobre el tema que le hizo uno de sus alumnos y que fue publicada en Cuartillas, la revista de la escuela, en setiembre de 1946, con elogios que admitiría sin rubores hasta el final de su vida:
…Matilde, pequeña y frágil, esencialmente femenina, es una gran mujer. Es la Maestra perfecta, que se hace respetar y querer, que es al mismo tiempo guía y compañera de sus alumnas. Su gran talento y vasta cultura están consagrados a dirigir a la juventud hacia la realización de un ideal… [note] Cuartillas. La Escuela tendrá éxito si cumple su misión: estar al servicio del periodismo de verdad. Nos dice la directora de la Escuela Dra. Matilde Pérez Palacio. Nro. 3. Octubre de 1946. Lima. p.4 [/note]
Sobre las razones de la fundación dijo:
Tomé la idea de fundar la Escuela de Periodismo por dos razones, por ser de tanta trascendencia y por su alcance formativo (…). Estudié y consulté las experiencias de escuelas de otros países. Comparé entonces nuestras realidades, posibilidades e inquietudes. Con la gracia de Dios, el apoyo y constante aliento del padre Jorge Dintilhac, nuestro Rector, y la colaboración de buenos amigos, entre ellos los que considero fundadores, Jorge Puccinelli, el doctor Gustavo A. Otero, Monseñor Lituma, pude elaborar un plan y llevarlo a la realidad.
El Instituto Femenino de Estudios Superiores abrió matrícula en 1932 bajo la dirección del propio Rector, el padre Dintilhac. Luego este pasó el encargo a Beatriz Cisneros. En 1938 Matilde Pérez Palacio asumió la dirección. Era notable su deseo de hacer participar a más mujeres en la vida universitaria. Teodoro Hampe hace constar que “hacia finales de la década del 30 el Instituto Femenino contaba con centenar y medio de alumnas, que no solo asistían a los cursos regulares, sino participaban también en conferencias, talleres y actividades diversas” [note] ampe Martínez, Teodoro. Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú (1917-1987). PUCP. Lima, 2007 [/note].
Culta, bien informada, muy interesada en política, profundamente religiosa y con buenos amigos periodistas, la profesora Matilde logró convencer a las autoridades de la universidad de lo necesario y oportuno de crear un centro de formación que atrajera principalmente a mujeres al periodismo pues, efectivamente, por aquellos años, brillaban por su ausencia en las redacciones, aunque de cuando en cuando aparecían colaboraciones en las secciones de opinión.
Curso de PERIODISMO
El jueves 19 de abril de 1945 apareció por primera vez un discreto anuncio en la página 4 de El Comercio. Este era el título: “Instituto Femenino de Estudios Superiores de la Universidad Católica del Perú”. El aviso convocaba a matricularse en cursos de Educación, Orientación Femenina, Tradiciones de Lima (“con visitas”), Cultura Religiosa. El texto agregaba esta gran novedad:
Cursos de PERIODISMO: en el presente año se inicia en el Instituto la Escuela de Periodismo con las asignaturas de: Principios de periodismo y redacción de originales, Psicología aplicada al periodismo y Psicología publicitaria; Ética periodística; y Arte Tipográfico aplicado al periodismo.
-No se requiere examen de ingreso ni haber terminado la educación secundaria. Pueden matricularse alumnas oyentes.
Informes y Prospectos en la secretaría del Instituto todos los días hábiles de 9 a 12 y de 4 a 6 pm. Local: Plaza Francia.
El aviso fue repetido un par de veces más y seguramente fue un incentivo para que cincuenta jovencitas y veinticuatro caballeros, 74 en total (ver recuadro de la izquierda), se matricularan y asistieran aquel día histórico a la primera clase del 9 de mayo, cuando ya la universidad había iniciado formalmente su año lectivo con un acto académico precedido por una ‘Misa de Espíritu’ en la vecina iglesia de La Recoleta, casi un mes antes.
Revisando la lista puede reconocerse a varios ingresantes, entre hombres y mujeres, que persistieron en el periodismo y lo hicieron su profesión. Otros, la mayoría, han desaparecido de los archivos. Quizá el ejemplo más notable es el de Alfredo Vignolo, quien acompañó a la Escuela hasta su final, en 1972, como alumno, profesor y conservador de su memoria en numerosos artículos [note] Vignolo, Alfredo. La EPUC: remembranzas y nostalgias. Cuadernos del Archivo de la Universidad. PUCP. Lima. 2007. p 47-52 [/note]. Encontramos también al crítico de arte Emilio Herman Stava, al profesor Guillermo Rouillón, biógrafo de José Carlos Mariátegui, a las periodistas María Luisa García Montero, Carmela Russell, Elvira Sánchez Salazar.
¿Y los profesores? La lista era encabezada por el historiador y pedagogo Jorge Puccinelli, el veterano Antenor Escudero Villar, monseñor Lituma, ya citado, el periodista Ricardo Walter Stubbs, el gran escritor boliviano Gustavo Adolfo Otero, por entonces desterrado en el Perú. Poco después Matilde logró incorporar a su plana docente al joven Sebastián Salazar Bondy, quien con apenas 22 años ya destacaba por su talento.
Dos años más tarde la Universidad Nacional Mayor de San Marcos inauguró su Instituto de Periodismo. Y para remarcar su distancia de ideas, su rector, el distinguido aprista Luis Alberto Sánchez, contrató al español republicano José Gabriel López para dirigirla. Su alumnado era obviamente distinto al de la Plaza Francia, donde reinaban las mujeres.
La Escuela de la Católica crecía en estudiantes y prestigio y su directora logró finalmente liberarse del Instituto Femenino gracias a que el 11 de junio de 1948, por decreto supremo, el Estado la reconoció oficialmente. A partir de entonces buscaría que la universidad eleve su estatus y la convierta en “Programa Académico de Ciencia y Técnica de la Comunicación” y luego en facultad, pero circunstancias académicas y de contexto no lo permitieron.
Al cerrar en 1972 (el Consejo Universitario lo decidió en 1970), había formado a un millar de periodistas, muchos de ellos de larga y destacada trayectoria. También sembró la semilla del Centro de Teleducación (CETUC) creado en 1974 y de nuestra Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación, en 1998.
Doña Matilde hizo también una importante carrera política acompañando como diputada a Fernando Belaunde Terry en su primer gobierno, entre 1963 y 1968 y luego en el segundo, como senadora, entre 1980 y 1985. Tuvo muchas otras actividades, pero nunca abandonó la dirección de su querida Escuela de Periodismo y luchó tenazmente para que la universidad la conservara. Fue su única derrota. Murió en 1992.