Egresada de la Universidad Peruana Cayetano Heredia y laboratorista médica en el Hospital de Ventanilla, Erika Trejo es una activista trans femenina de 39 años de edad. Actualmente ella lidera la comunidad transgénero-travesti de Lima Metropolitana. En esta entrevista, Erika cuenta detalles sobre su difícil proceso de transición, los sacrificios que tuvo que hacer para obtener un trabajo en el hospital y cómo la pandemia ha afectado a las mujeres trans.
Por: Darlen Leonardo
Portada: Archivo personal
Desde los 15 años supo que era una persona trans, pero no se atrevió a hacerlo público porque entonces, a principios de este siglo, era un tema tabú. En el colegio militar donde estudiaba ya era bien “deschavado” y los profesores se daban cuenta. Los psicólogos de la escuela le decían que estudie una carrera en la cual no tenga alguna interacción con las personas -como la zoología o botánica- pero ella eligió ciencias médicas. Estudiar Laboratorio Clínico era también una manera de mantenerse encerrada y con poco contacto con los pacientes.
Luego de 12 años de trabajo, Erika ha conseguido posicionarse como laboratorista médica y hoy es parte del personal nombrado del Hospital de Ventanilla. Tenía 28 años y había cumplido su primer año en el hospital cuando decidió asumir su identidad de género y empezó su transición a mujer trans. Por su identidad, es consciente que ha tenido que esforzarse el doble que sus compañeros para ganarse un puesto estable de trabajo.
—¿Cuándo supiste que eras una persona trans?
—Yo sabía que era trans desde que tenía 15 años, pero no sabía cómo expresarlo porque estudié en el colegio de la PNP Precursores de la Independencia. En ese tiempo, me refiero al año 2002, no se hablaba de las personas trans, era un tema tabú. Por eso recién decidí asumirlo cuando cumplí 28 años.
—¿Cómo fue el proceso de transición física y mental de tu identidad de género?
—Yo tomaba hormonas femeninas desde los 17 años, pero en 2007 comencé con mi transición. Al principio me vestía de mujer solo los fines de semana. En 2008 ya me sentía definitivamente trans.
—¿Te apoyó tu familia?
—Al inicio mi mamá me apoyaba, pero luego se vinculó a una religión y ya no. Fue duro sentir su rechazo. Mi papá es policía, es un hombre machista y no lo aceptaba. Poco a poco lo ha ido aceptando. Incluso ahora vivo con él. Para mis hermanos fue raro al comienzo pero también lo fueron aceptando.
—¿Desde cuándo supiste que querías estudiar una carrera vinculada a la medicina?
—Desde el colegio era bien “deschavado” y los profesores se daban cuenta. Ellos me mandaban a citas con psicólogos. Pasé tests vocacionales que daban como resultado estudiar medicina o algo relacionado al medio ambiente. Por eso los psicólogos me decían: “Bueno tú, por tu orientación sexual, tienes que estudiar algo relacionado a la biología, zoología o botánica”. También me decían para estudiar enfermería o algo relacionado al sector salud, pero “la sociedad no te va a aceptar. Por eso debes estudiar biología o botánica”. Conforme pasaban los años y estaba en la academia preparándome, me inclinaba por la salud, pero tenía temor a ser juzgada. Pensaba estudiar enfermería, laboratorio clínico o radiología, pero me gustaba más lo segundo porque trabajas encerrada y tienes poco contacto con los pacientes. Al final me incliné por eso. Postulé a la Universidad Peruana Cayetano Heredia e ingresé. En la universidad me juntaba con chicos gays, aunque yo era más afeminada, a veces andrógina. Ahí me di cuenta que yo no era como los demás chicos gays, me sentía diferente.
—¿Cómo llegaste a trabajar en el sector público de la salud?
—Cuando pasaba entrevistas de trabajo, me amarraba el cabello para que no se notaran esos pequeños cambios en mí. De igual manera sentía cierto rechazo cuando buscaba trabajo. Me presentaba a las entrevistas, pero nunca me aceptaban realmente. Y eso era antes de mi transición. Logré pasar una entrevista en el Hospital de Ventanilla. Tuve que ir hasta Ventanilla para conseguir trabajo. Yo vivo en Los Olivos.
—En ese momento tú no eras una mujer trans todavía…
—Luego del primer año en el hospital fui a hablar con la licenciada. Le expliqué cómo me sentía, pero siempre con un perfil bajo porque yo era joven y recién estaba trabajando. Sin embargo me escuchó y trató de comprenderme. Pasó ese año y ahí comenzó mi proceso de transformación, mi cabello poco a poco crecía. Mi jefa me decía: “amárrate porque te van a ver y hablarán”. Por eso me mandaron al turno de la noche. “En la noche vas a trabajar bien», me dijo. “Nadie te va a mirar ni te dirán nada. Estarás tranquilo”. Yo aceptaba y fue así que empecé a trabajar en el turno de la noche. Luego mi jefa era más estricta porque venían licenciados y autoridades de salud de otros hospitales a exigirle por mí. Por eso ella comenzó a ponerme a prueba. “¿Te gusta trabajar en el hospital? Porque hay otras personas que pueden ingresar también”. Como yo le decía que sí me gustaba, ella me ponía a trabajar los sábados. Yo aceptaba, no me importaba no salir a fiestas ese día. Luego me puso en días festivos: Navidad, Año Nuevo, Día de la Madre, Día del Padre, entre otras fechas festivas. Cuando nadie quería ir a trabajar, ahí me ponían a mí. Así pasé ocho años hasta que me nombraron.
—¿En algún momento te has sentido discriminada en tu centro de trabajo?
—Sí, cuando recién comenzaba a trabajar y estaba en mi proceso de transición. Sentía el rechazo de mis colegas, incluso ahora que ya estoy nombrada. Igual no voy a vivir pensando en eso. Ya soy una persona adulta y legalmente no me pueden despedir porque estoy nombrada en el hospital. Sé mis derechos y puedo defenderme.
La salud: una lucha constante para las mujeres trans
Para Erika Trejo, el COVID-19 ha evidenciado que la población trans femenina sigue siendo la más excluida para acceder a servicios básicos dentro del sistema de salud. “La pandemia evidenció que la transfobia persiste en el sistema sanitario y afecta a las mujeres trans”, advierte.
La laboratorista médica piensa que el COVID-19 ha demostrado que vivimos en una sociedad transfóbica. “Estos tratos ya eran comunes, pero la pandemia los ha agudizado”, afirma. Sin embargo, pese a las adversidades que ahora enfrentan, Trejo considera que estas circunstancias también permitieron que la comunidad trans femenina sea más visible ante la sociedad. “A pesar de todo, este contexto nos ha dado la oportunidad de expresarnos y manifestarnos en contra de la violencia que sufrimos”, reflexiona Erika.
—¿Cuál crees que es el principal problema al que se enfrenta la comunidad trans femenina durante la pandemia?
—Esta pandemia ha evidenciado la problemática de la población trans en salud. Todos los problemas que ya existían se han potenciado: la falta de acceso para medicamentos del VIH, la demora en la atención, la transfobia para las personas transgénero.
—¿Sabes si las mujeres trans infectadas por el COVID-19 han recibido algún tratamiento?
—Como soy una de las líderes de las mujeres trans, estoy en muchos grupos de WhatsApp donde se comenta la situación de nuestras compañeras. Sabemos que han muerto por lo menos seis chicas trans: cuatro en Lima sur y centro, y dos en el norte. Sé que hay tres chicas que están recibiendo atención hospitalaria por COVID-19, pero ha sido muy difícil para ellas acceder a los tratamientos.
—En los casos de las mujeres trans que han ido a hospitales, ¿ellas han sido discriminadas?
—Sí. Una chica trans murió porque no la quisieron atender. Ella fue al hospital Casimiro Ulloa y no la recibieron. Cuando ya estaba muy mal fue referida al hospital María Auxiliadora y falleció horas después.
—¿Algún policía te ha pedido tu DNI en la calle durante la emergencia sanitaria y te ha detenido?
—No, porque yo tengo un permiso para laborar y el carnet del hospital. Sigo con el nombre con el obtuve mi DNI a los 18 años porque yo firmo los resultados del laboratorio. Cambiarme el DNI implica cambiar mi título universitario y empezar de cero. Es un proceso largo y tedioso.
—Durante el aislamiento social se vieron muchos casos de transfobia. Otras lideresas trans afirman que al exponer los casos no buscan un papel de víctima sino de empoderamiento…
—Esta pandemia nos ha dado la oportunidad de hablar sobre temas de discriminación a través de las redes sociales. Hemos difundido lo que nos hicieron los agentes policiales, como ranear o decir nuestros nombres de hombre. Y los usuarios de las redes han visto lo que ocurre con la población trans. Esta es una oportunidad para que otras chicas trans que han sufrido actos de transfobia denuncien y no se queden calladas.