Los peces del lago oscuro

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Cuando Mario Monroy se fue a pescar al lago Titicaca no lo hizo pensando  en un plato de pescado fresco para el almuerzo. El joven biólogo de la Universidad de Barcelona envolvió 360 ejemplares de carachis, suches y pejerreyes, capturados en nueve puntos del lago, y los depositó en una cava con hielo seco antes de enviarlos a un laboratorio en España para que se midiera el nivel de metales pesados que contenían. El resultado incluía un mensaje implícito para Monroy: nunca más debía saborear un plato de pescado del lago: todos los tejidos examinados daban valores de mercurio, cobre, zinc, cadmio y plomo muy por encima del valor referencial.
Ciertamente, no era una sorpresa.
Por: Hildegard Willer
Portada: Bettina Rehmann


En 2006, un equipo de investigadores de la Universidad de Montana bajo la dirección de Christopher Gammons ya había encontrado un alto contenido de mercurio en peces del lago Titicaca. Las conclusiones revelaban valores alarmantes para muchas localidades ubicadas frente a las aguas del lago, pero apuntaban sobre todo a un lugar a unos 130 kilómetros al norte de la ciudad de Puno: la desembocadura y la cuenca del río Ramis, uno de los grandes afluentes del lago Titicaca.

Cuenca del río Ramis. Crédito: Luisa García Téllez.
Agua como chocolate

El río Ramis nace como río Carabaya en el nevado de La Rinconada. Allí trabajan hasta 40,000 pequeños mineros artesanales, muchos de ellos informales o ilegales, en La Rinconada y Ananea. Ellos usan mercurio y agua para sacar el oro de la arena de las Pampas de Ananea y los relaves terminan en los riachuelos. Mientras que el oro de Ananea brilla en las estadísticas de exportación, el agua del Ramis se enturbia: la campesina Teresa Apaza, en el sector de Progreso-Asillo, es una de las perjudicadas. Levanta una botella de plástico de color marrón y dice: “Así viene el agua bajando del río, color chocolate baja”. Pero de chocolate solo tiene el color. “El olor es feo, huele a aceite quemado”.

El agua que viene de arriba es puro lodo. Vladimir Mamani muestra fotos de terneros malformados y vacas raquíticas. “17 vacas muertas en la semana de más contaminación”, denuncia el presidente de los afectados de la cuenca del Río Ramis. Todo empezó en el 2002, recuerda, cuando el mundo entró en una fiebre de oro y el precio del metal subió a alturas nunca conocidas. Agricultores, estudiantes, comerciantes – todos subían a La Rinconada o Ananea en busca de su veta de oro. Desde entonces los agricultores de la cuenca del Ramis salen a protestar contra la contaminación de su río. Nadie los ha escuchado o atendido hasta ahora. Los mineros de Ananea cuentan con el apoyo de congresistas y disponen de dinero para mandar a protestar a los miles de mineros informales cada vez que el Gobierno quiere prohibir sus actividades.

Teresa Apaza y Vladimir Mamani. Crédito: Heeder Soto Quispe.
Ciencia (im)pura

Juan Ocola tiene su colección de botellas. En el borde de su ventana en la oficina de la Autoridad Nacional del Agua, en Lima, se exhiben botellas con agua de distintos colores. Contienen agua del lago Titicaca, explica el especialista de agua de Autoridad Nacional del Agua (ANA). Una de las botellas contiene una sustancia marrón, más arena que agua. Es de la cuenca del río Ramis. “Es puro lodo”, admite el especialista. Son partículas coloidales, sedimento fino que el río trae de los relaves que los mineros echan directamente al agua. Juan Ocola abre en su pantalla el último informe de monitoreo de la cuenca del río Ramis de febrero del 2012. Son 11 puntos donde se toman muestras de agua.

Juan Ocola. Crédito: Hildegard Willer.

La gran sorpresa: el agua enlodada del río Ramis no se refleja en el último reporte del ANA. “No tenemos parámetros para medir sedimentos finos”, dice Juan Ocola. Y lo que no se busca para medir, no existe.

Pero los enredos de la ciencia no terminan allí. El lago Titicaca nos prepara otro gran misterio: ¿si el agua no está contaminada, cómo pueden encontrarse peces llenos de mercurio en el lago?

No solo del agua vive el pez

El ANA suele tomar muestras de agua, pero es en los sedimentos donde se concentran los metales pesados, especialmente en el mercurio, que, debido al alto Ph básico del lago, tiende a acumularse en el fondo. Los peces pequeños se alimentan de las plantas que crecen en el fondo lacustre; los peces más grandes se comen los peces más chicos, los metales se acumulan en la cadena alimenticia.

Luis Fernández, de la Universidad de Stanford, ha estudiado la contaminación con mercurio en Madre de Dios. Él confirma que los dos estudios sobre peces del lago Titicaca apuntan a que la minería formal e informal en la cabecera del río Ramis incide en la contaminación de los peces, aunque no sea la única fuente de afectación.

“El estudio de Monroy indica serios riesgos para las personas que se alimentan de estos tipos de pescado”, explica Luis Fernández. También advierte que no hay estudios de largo plazo sobre el efecto del contenido de metales pesados y mercurio en peces y personas. “Solo con una buena base de datos los responsables de salud pueden informar y advertir a la población qué peces pueden comer sin correr riesgos por su salud”.

Después de obtener los resultados del estudio de la Universidad de Barcelona que demostraban que la contaminación de los peces, el Ministerio de Producción lanzó una alerta tibia a los pobladores de Puno: tengan cuidado al comer peces nativos del lago.

Pero el Sector Salud de Puno aún niega la correlación entre la contaminación del lago y los ríos y la salud de su gente. Aquí un dato certero que los contradice. Según las estadísticas del Minsa, en Puno mueren más personas por insuficiencia renal que en cualquier otro departamento peruano. Una de las posibles causas de la insuficiencia renal es la presencia de metales pesados en el cuerpo humano.