Se ha empezado a visitar espacios de entretenimiento, de reunión familiar o amical, pero no olvidemos que, a meses de las clases semipresenciales, la pandemia ha provocado constantes sentimientos de soledad, frustración o agotamiento en las sesiones virtuales de los jóvenes y docentes universitarios. Una organización juvenil que impulsa la validación de emociones, dos psicólogas y una socióloga analizan el panorama que ha dejado la crisis sanitaria en su salud mental. ¿La semipresencialidad es sinónimo de paz mental? ¿Qué implica un nuevo cambio de rutina?
Por: Aeylin Ocampo y Mariana Sánchez
Portada: Aeylin Ocampo
La clase empezará a las 10 am y no he leído nada. Dos horas serán suficientes, llegaré a comprar algo de comer e iré al salón. El carro azul se detiene, las pisadas de la gente son ruidosas. Una vez sentada el panorama se vuelve más tranquilo a comparación de cuando estoy en casa frente a la laptop […].
Los ojos se entrecierran, se abren de golpe y miran hacia la ventana: unos ladrillos pequeños y grises se presentan frente a mí. Atónita, veo cómo el semáforo indica el color rojo justo antes de que el carro voltee. ¡Bajo, bajo, bajo Católica! El chofer se fastidia y abre la puerta malhumorado. Empiezo a correr, veo asustada el reloj: son las 10:05 am. Increíblemente, he demorado más de dos horas en el trayecto. Muestro rápidamente mi T.I. e ingreso. Corro, corro como si fuera a perder una carrera. Cruzo el tontódromo con gran destreza y volteo a la derecha.
¡¡¡RING, RING, RING!!! Un sonido estridente envuelve la habitación, veo hacia el techo y luego volteo para apagar la alarma del celular. Son las 8 am, justo a tiempo para mi clase en el Zoom.
Así vive esta joven universitaria de la PUCP las clases virtuales: entre el recuerdo y la melancolía por volver al campus presencialmente. Aunque el tiempo ha pasado y comenzamos a salir entre amigos a tomar un café o visitar parques, sigue siendo difícil convivir en familia y sobrellevar todo a la vez en un mismo lugar.
Este es uno de muchos testimonios de estudiantes que almacenan sus experiencias en la intimidad. Son estas historias las que recoge el equipo de Válida-Mentes, una organización juvenil que busca atender la necesidad de expresar lo que la comunidad universitaria siente en el contexto de la pandemia.
Olenka Candela y Kelly Pantoja iniciaron Válida-Mentes durante el ciclo 2020-2, en el marco del curso Producción Audiovisual para el Desarrollo. “Nos preguntaron cuál iba a ser nuestro examen final y terminamos dialogando sobre lo importante que es decir cómo nos sentimos a partir de las experiencias que tuvimos con nuestra salud mental”, comenta Olenka.
Ambas, estudiantes de noveno ciclo de Comunicación para el Desarrollo en la PUCP, relatan que a través de su cuenta en Instagram, el equipo de Válida-Mentes, conformado por un grupo de estudiantes de Psicología, Comunicaciones y Artes, recibe los testimonios de la comunidad universitaria sobre sus vivencias en pandemia.
“Realizamos un trabajo colaborativo, porque cada tema que abordamos en nuestros posts se basa en el testimonio que recogemos. El área de Relaciones Públicas se encarga de responder los envíos, después pasa al área de Investigación y, finalmente, el Área de Comunicaciones y Marketing realiza la publicación de posts, reels o stories en nuestras redes sociales”, explica Kelly.
En los últimos meses, Válida-Mentes ha recibido testimonios que abordan temas como la soledad que sentían los jóvenes ante el confinamiento por el Covid-19, que incluso mantienen algunos estudiantes hasta el día de hoy por seguir llevando clases remotas. “[Antes de la pandemia] nuestra vida cotidiana estaba llena de relaciones interpersonales. Cambiar ello ha impactado en la rutina de los jóvenes y las relaciones de validación emocional que tenían al conversar con sus amigos sobre cómo se sienten. Los testimonios reflejan cómo, por más que estén acompañados con la familia, existe un sentimiento de soledad muy fuerte”, relata Olenka.
Según Ruth Yalta, socióloga de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, “el contacto con otras personas, el lado amical, el debate con los amigos y verse cara a cara es muy importante dentro de la vida universitaria”. Ella señala que los estudiantes se han visto golpeados por las clases en entornos virtuales, porque no se puede reemplazar bibliotecas o ambientes académicos del campus por un micrófono y una cámara apagada en casa.

Todo en uno: frustración acumulada
“La virtualidad me robó mi libertad, antes podía salir de casa y desprenderme de los problemas familiares o la mala relación con mi mamá. Ahora no…. Amo la universidad, pero cuando todo se convierte en algo muy oscuro, solo lloro. No sé si soy yo quien se pone sensible por todo o si ciertamente mis amigos son un poco… uhmmm incomprensibles conmigo”, cuenta una estudiante de la PUCP, cuyo nombre no podemos mencionar, que también encontró en Válida-Mentes un espacio de escucha respecto a sus vivencias durante las clases virtuales.
Kelly afirma que otro de los temas más mencionados por los alumnos en los testimonios abordan la ansiedad y la frustración que pueda causar el contexto pandémico que estamos viviendo. “Hay testimonios de estudiantes que han vivido crisis de ansiedad. Al intentar lidiar con estas nuevas dinámicas de interacción, sentían que necesitaban de un espacio para poder contar sobre esas emociones que no sabían cómo afrontar”, explica.
La psicóloga María Villar también cuenta que recibió en su clínica casos de jóvenes universitarios que experimentaron sensaciones de ansiedad que se convertían en el detonante de crisis emocionales que acumulaban pensamientos de soledad, incomprensión o incluso desamparo. Tomemos en cuenta que, pese a que ya podemos reunirnos con amistades o familiares guardando los protocolos sanitarios, en muchos casos todavía permanecemos ‘confinados’ por asuntos académicos o laborales que se realizan remotamente.

Al igual que las fundadoras de Válida-Mentes, Villar destaca que “dentro de todo lo terrible que puede ser una crisis muchos jóvenes han buscado ayuda psicológica. Lo positivo es que los padres o los adultos que están alrededor de los estudiantes han considerado necesario que acudan a terapias o consultas para el cuidado de su salud mental”.
«Más personas nos decían que con base en lo que habían vivido en la pandemia dieron su primer paso para recibir ayuda. Es rescatable que en este contexto los temas de salud mental hayan cobrado importancia”, sostiene Kelly con voz esperanzadora.
Las estudiantes de Comunicación para el Desarrollo recuerdan lo complicado que resultaba hablar de salud mental entre los amigos antes de la crisis sanitaria. “Cuando comentabas, o comentas hasta ahora, sobre esos temas, recibes miradas o respuestas malintencionadas que invalidan el que vayas al psicólogo”, lamenta Kelly.
Ambas concuerdan en que aún necesitamos trabajar para que la importancia de la salud mental se siga manteniendo y fortaleciendo: “A eso apunta Válida-Mentes, a que se pueda democratizar más el tema validando las emociones de cada persona”.
Otros protagonistas: los docentes
La añoranza por las vivencias en el entorno universitario está latente no solo entre los estudiantes, sino también en los docentes. Así como es necesario hablar de los alumnos y sus dificultades a raíz de la pandemia, es relevante denotar un grupo en la universidad muy poco visibilizado: los profesores.
“La recuperación del sector educativo tras la pandemia del Covid-19 necesita una mayor inversión en el bienestar, la formación, el desarrollo profesional y las condiciones de trabajo de los 71 millones de educadores que hay en el mundo», afirmaron los responsables de los organismos de la ONU. Hasta el 2017, el INEI y la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria reportaban que el número de docentes universitarios del Perú que pertenecen al sector privado son cerca de 50 mil.
Si bien los universitarios pueden ser nativos digitales, porque conocen las tecnologías y han sabido desarrollarse en el medio virtual para acceder a clases, dar prácticas y exámenes, algunos profesores no han tenido esta misma suerte.
Para Yalta, muchos de los maestros se han sentido preocupados y hasta frustrados por la realización de sus clases a distancia. “Se debe pensar también en cómo han sido afectados los docentes que no están acostumbrados a estas plataformas, algunos todavía no saben usarlas correctamente, les ha costado enseñar en entornos virtuales. Esas dificultades probablemente han afectado la calidad de las clases”.
La avanzada edad de los docentes o el poco hábito del uso de plataformas educativas virtuales ha representado una dificultad para aplicar en su enseñanza métodos didácticos de aprendizaje, como el crear presentaciones interactivas en Power Point. Incluso han necesitado de la ayuda de otros profesores o asistentes que conocen más las herramientas digitales, pese a que las universidades han venido implementando capacitaciones constantes desde el inicio de la pandemia.

La psicóloga Ana María Cossío, quien también es profesora en la Universidad Ricardo Palma, alertó sobre otro problema latente en los maestros. “La OMS lanzó un comunicado que decía que muchos profesores adquirieron el síndrome de Burnout, debido a que no estaban preparados para afrontar el dictado de las clases virtuales”. Este síndrome también es llamado como “Síndrome del trabajador quemado» y hace referencia a la cronificación del estrés laboral, ya que se manifiesta a través de un estado de agotamiento físico y mental que se prolonga en el tiempo y llega a alterar la personalidad y autoestima de la persona.
Un grupo de profesores e investigadores de universidades de Chile y Honduras afirmaron que ser parte del profesorado universitario en este contexto de pandemia requiere enfrentar una serie de retos, entre los que se encuentra la priorización de contenidos en las cátedras, potenciar la colaboración entre estudiantes y mitigar las dificultades de aprendizaje en un entorno digital. La constante comunicación con los alumnos es uno de los puntos a reforzar dada la necesidad de prestar atención a sus inquietudes y comportamientos relacionados a temas de salud mental.
Espacios seguros para historias que importan
Las fundadoras de Válida-Mentes hacen una distinción entre la organización y algunas páginas creadas por usuarios que no fomentan valores de empatía y tampoco ayudan a tratar temas tan delicados como la salud mental. “Desde antes de la pandemia existen páginas de Facebook de confesiones de las universidades. En un momento estas se convirtieron en un boom, por lo que una vez alguien nos dijo ‘pero hay una página de confesiones de la Cato, Válida-Mentes es lo mismo’. Para nosotras no es así, porque justamente en esas cuentas insultan o se burlan de la persona que manda su testimonio descalificando sus sentimientos. En Válida-Mentes es todo lo contrario, porque aseguramos un espacio empático, respetuoso, inclusivo y validador”, explicaron las comunicadoras.
Tener espacios que ayuden a los estudiantes a compartir sus emociones y experiencias resulta necesario y es tiempo de que las mismas universidades empiecen ampliando la cobertura de sus servicios de psicología y los den a conocer a sus alumnos.

Para Cossío, existen algunas casas de estudio que han ido modificando sus políticas relacionadas a los servicios de psicología y a la tutoría universitaria. “Es una responsabilidad de las universidades ofrecer a sus estudiantes un apoyo de consejería paralelo a las clases universitarias. La tutoría es básica en todas las facultades. Esto es altamente necesario e indispensable para ajustarnos a esta situación de cara al retorno a las aulas. Resulta valioso que tengan una oficina o un staff de personas a donde los estudiantes puedan acudir”.
Villar también reconoce las nuevas políticas a incorporarse respecto al cuidado de la salud mental de los alumnos. “Desde antes de la pandemia, la mayor parte de las universidades mantiene un Departamento de Tutoría que monitorea a todos los alumnos para detectar alguna situación en la que se necesite ayuda. Se trata de no descuidar estas oficinas y de difundir permanentemente los programas o atenciones accesibles para los estudiantes en el momento que ellos lo requieran”.
¿Volviendo a la ‘normalidad’?
Cuando inició la pandemia, sentía mucha desesperación por volver a la ‘normalidad’, porque era donde estaba cómoda. Cuando me dijeron que las clases se cancelaban por 15 días, me brotaron un par de lágrimas, pocas pero muy profundas. Para mí, la universidad siempre ha sido un espacio en el que me he sentido libre. Al margen del estrés por los cursos, yo amaba estar en clases. Ahí conocí gente muy distinta a la que había conocido toda mi vida. Gracias a ellas y al espacio mismo, mi confianza aumentó muchísimo y mi autoestima creció. Yo amo la universidad. Ojalá pronto podamos volver.
Este testimonio expresa el vacío que dejó la universidad en sus alumnos. Volver a la ‘normalidad’ es imposible para muchas personas, pero estamos retomando poco a poco las rutinas que dejamos hace casi dos años atrás para adaptarnos a una nueva forma de convivir y relacionarnos.
Para Válida-Mentes, el diálogo sigue abierto. Kelly y Olenka afirmaron que los universitarios tienen una necesidad de comunicar lo que les ha pasado a raíz de la pandemia independientemente de si las clases son presenciales o virtuales. “Tenemos historias por contar incluso sin pandemia, porque volver al campus implica un nuevo cambio de rutina” sostiene Olenka.
La pandemia ha visibilizado dificultades de todo tipo, pero no debe dejarse de lado, ni minimizarse, los temas relacionados a salud mental. La información se ha difundido de diferentes maneras y los involucrados, ya sean alumnos o profesores, son conscientes de que si hay que pedir ayuda, está la universidad, sus instituciones, organizaciones como Válida-Mentes y profesionales especializados en asesorarlos y apoyarlos.