Javier Flores Carreño lidera un proyecto de básquet en el Cusco que promueve el desarrollo de este deporte en la región sur del país. A raíz de la crisis en la Federación Deportiva Peruana de Basketball (FDPB), aún desafiliada de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), algunos clubes y academias dan un ejemplo a seguir. De manera independiente y con financiación propia, han iniciado una etapa de reactivación de esta disciplina deportiva. Aquí una historia digna de imitar.
Por Nicolás La Torre
Martín La Torre tiene 16 años. Cada noche durante la pandemia del covid-19 saltaba la soga y practicaba dribling con una vieja pelota de básquet. Había trazado una meta: jugar al baloncesto de forma competitiva. Fueron dos años de esfuerzo en confinamiento. Practicando lejos de las canchas, en el garaje de su casa, a la luz de un foco tenue y frío. Más allá de la incertidumbre por la emergencia sanitaria, Martín sostenía su objetivo claro. Así como él, miles de niños, niñas y adolescentes sueñan con jugar básquet, competir y conseguir resultados importantes. A más de mil kilómetros de la casa de Martín en Cusco, la Federación Deportiva Peruana de Basketball, en Lima, no contaba con un horizonte claro y común. Una disputa interna de intereses y fuerzas provocó en 2018 la suspensión de la FDPB de las competiciones de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), y la posterior desafiliación en 2021.
En 2018, un año antes de los Juegos Panamericanos de Lima, el básquet peruano vivía el clímax de una trama de irregularidades internas que pronto iban a implosionar. Este deporte está dirigido por una federación, al igual que el fútbol. Víctor Laínez presidió la FDPB entre el 2012 y 2016. Desde principios de los 2000 hasta fines de su mandato, la Federación acumuló una deuda de más de un millón y medio de soles con la Sunat. Su presidente no tuvo ‘mejor idea’ que firmar un convenio con la Asociación Peruana de Basketball (APB), una entidad privada fundada por él, según una investigación del medio El Poli. La asociación iba a administrar la deuda y resolvería los problemas de la Federación. En otras palabras, Laínez, de la FDPB, firmó un acuerdo con Laínez, de la APB. Era un convenio “extraño”, por decirlo de una manera suave, que colocó a este señor como el dueño del baloncesto peruano.
La Federación recibía un presupuesto del Instituto Peruano del Deporte (IPD). Y entre 2014 y 2016, este financiamiento fue manejado por la asociación, lo cual fue advertido en su momento. Cuando Laínez acabó su mandato, fue elegido un aliado suyo, Javier Quezada. El IPD no reconoció esta elección. Así lo hizo saber en un comunicado de septiembre del 2018. Se habían detectado procedimientos irregulares y faltas administrativas. Quezada y Laínez fueron sancionados por el Consejo Superior de Justicia Deportiva y Honores del Deporte (CSJDHD) y les prohibió ejercer actividad vinculada al deporte por uno y cinco años, respectivamente.
Fue en medio de este panorama lleno de irregularidades que la FIBA, que regula el baloncesto a nivel internacional, decidió suspender al Perú de toda participación internacional. Desde entonces se ha buscado “rescatar” a la FDPB, pero no se ha tenido mayor éxito. En 2019 el básquet peruano no participó de los Juegos Panamericanos que organizó. Luego vendría la pandemia del covid-19 que dejó todo en pausa. El golpe final llegó el 3 de junio de 2021. La FIBA desafilió al Perú de su sistema citando el artículo 10.6 de su estatuto: “sin indicación de motivos”. Desaparecimos oficialmente del mapa internacional. En septiembre del 2023 se cumplirán cinco años de esta inhabilitación: los basquetbolistas y entrenadores peruanos no pueden competir oficialmente a nivel internacional.
En medio de esta crisis, han surgido emprendimientos para mantener a flote el baloncesto peruano. Nos referimos a la iniciativa privada de profesionales que no se quedaron con los brazos cruzados. En Cusco, por ejemplo, el profesor Javier Flores Carreño lidera la academia Antarqui. Esta es una palabra quechua que denomina a los chasquis o mensajeros de élite, quienes recorrían grandes distancias. Cuentan los mitos y leyendas que los antarquis volaban. Así como ellos, la academia y club del profesor Javier levitan sin el soporte de la FDPB. Este proyecto se mantiene gracias al trabajo autónomo y al financiamiento privado.
Javier Flores (50) estudió Educación Física en el Instituto Dinamo de Cultura Física, una entidad con influencia cubana que llegó al Cusco en los años noventa. Lleva más de 30 años de experiencia dirigiendo clubes, los mismos años que recuerda que la FDPB ha vivido en medio de problemas. En Cusco, cuenta, no se participó durante casi 20 años en competencias federadas. “No hay un consenso de bases, no hay unión y no hay una visión conjunta de crecimiento estructurado”, remarca. El tiempo que se ha perdido durante estos años ha distanciado al Perú de un nivel competitivo en el baloncesto a nivel internacional. Lejos quedaron los campeonatos sudamericanos de los años sesenta y setenta con Ricardo Duarte como emblema del básquet nacional. Lejos quedó la oportunidad de desarrollar el deporte. “Es necesario volver a la competición internacional”, añade Javier.
El problema del básquet en Perú puede resolverse si se atienden dos ramas: organizacional y deportiva. En cuanto a la primera, este año se creó una nueva junta directiva. Víctor Cisneros y su equipo directivo se han trazado un objetivo: que para el año 2030 la FDPB sea un ente autónomo y que el baloncesto pueda contar con un crecimiento sostenido. Javier Flores ha comenzado a trabajar en la misma línea, pero sin presupuesto y apoyo de la Federación. “El financiamiento con el que contamos proviene de los padres de familia de la academia Antarqui”, señala. Gran parte del dinero ganado lo invierte en material de entrenamiento. El crecimiento al que apunta Javier y el Club Antarqui es un desarrollo colectivo. Un club no puede crecer solo, necesita de un sistema que garantice la competencia.
El básquet necesita de infraestructura adecuada para ser practicado, sobre todo si se lo quiere llevar a un nivel competitivo. Una de las inversiones más importantes y recientes hechas por el proyecto del profesor Javier Flores fue la remodelación del piso del Coliseo Cerrado de Cusco. “Hemos colocado un piso flotante de primer nivel”, afirma. Este convenio permite al Club Antarqui usar las instalaciones, pero también que otros clubes y deportes puedan entrenar allí. “La intención es que quede algo para la población en general”, sostiene. Javier tiene en mente intervenir en los clubes de barrio para compartir un mismo objetivo y metodología con el fin de aprovechar el mayor potencial deportivo de niños, niñas y adolescentes.
Javier Flores no se equivoca cuando piensa en los barrios del Cusco y en sus canchas que piden a gritos una remodelación. En el tercer paradero de Ttio, barrio cusqueño, existe una cancha de básquet llamada “Los Huérfanos”. Adrián Guzmán daba allí sus primeros pasos en el deporte. Hoy, con 21 años, estudia Ingeniería Industrial en la Universidad de Lima y se mantiene jugando en la selección de su universidad. Adrián es un discípulo del profesor Javier. “Yo pensaba que jugaba bien, pero el profe sacó mi mayor potencial”, asegura. Adrián pudo medirse al más alto nivel, no solo universitario, ha recorrido el sur del país jugando básquet. Como jugador fue testigo de todos los problemas que a nivel deportivo limitan la práctica competitiva del baloncesto.
Adrián recuerda la falta de preparación de árbitros y el mal estado de las canchas. “Jugábamos allí porque no había otra opción”, recuerda. “La mayoría de jugadores que juega en esas condiciones lo hace por amor al deporte”, apunta. Muchos de sus compañeros alcanzaban niveles altos de rendimiento, pero no obtenían ningún tipo de reconocimiento. Los campeonatos eran improvisados y se suspendían de un momento a otro. Las condiciones en las que se práctica el básquet en el Perú generan que los deportistas dejen la disciplina. “Termina siendo solo un pasatiempo, aquí no hay dónde competir de verdad”, concluye.
El proyecto del profesor Javier Flores ha comenzado a dar frutos. Tiene claro que es una carrera de largo aliento. Se debe empezar por las bases. El año pasado obtuvo el título nacional en la categoría Sub 12 en la rama masculina. A su academia han llegado más niños y niñas que sueñan con competir al más alto nivel. Martín, el muchacho que no dejó de practicar en los años de la pandemia, se forma actualmente en la academia Antarqui y Adrián participa eventualmente con el equipo.
Los problemas que afrontó Adrián y que ahora le toca a Martín también los sobrellevan miles de basquetbolistas alrededor del Perú. Por el momento, el impulso viene de iniciativas privadas como el Club Antarqui, en el Cusco, que sueña con desarrollar el básquet en la región sur del país al mando del profesor Javier. La posesión del balón, para citar otro término del baloncesto, la tiene la Federación. De sus dirigentes depende el futuro del básquet peruano.