Tener diecisiete años en una reunión familiar fue un punto de inflexión para Angela Inga. Los adultos siempre hablaban de temas que a ella le aburrían, pero en la mesa de los pequeños ya no se divertía como antes. Era hora de escuchar a los mayores, quienes continúan la tradición de cultivar café. Surgió entonces la pregunta: ¿qué se puede hacer para que crezca este tesoro familiar manejado por cuatro generaciones? Angela decidió estudiar Ingeniería Alimentaria. En esta entrevista relata cómo la unión con su familia y el amor por Villa Rica, distrito donde se encuentra su finca, se han convertido en el motor de su vida.
Por Francesca Tavella
La empresa familiar se llama Corporación Industrias Inga y fue fundada a mediados del siglo pasado por sus ancestros. Angela cuenta cómo el café, los pinos y las plantas suculentas se juntan en estas tierras para darle vida no solo al negocio, sino a tradiciones propias de su familia que para ella tienen un valor mucho más grande. Como los cumpleaños que se celebran en compañía de sus padres, tíos y primos, y que se acompañan con pachamanca de chancho; o los paseos en botas, en medio del barro, al lado de su perro Tini. En esta finca Angela y su familia cultivan no solo un mejor futuro, sino recuerdos para toda la vida. Habla con orgullo de su crecimiento junto al café.
—¿Qué es lo que quieres lograr con el café?
—Quiero hacer algo grande, crear mi propia empresa con la chacra de mi familia. Me gusta innovar y crear cosas, porque el café no solo es para beberlo. Por ejemplo, puedes hacer alfajores de café. Algunas personas han dejado de cultivar café y se han ido porque el precio ha bajado. Sin embargo, cuando se hace algo más allá del café, como tortas o bebidas, ahí te pagan más. No hay que aferrarse a la idea de solo recolectar café, sino transformarlo en algo más.
—¿Cuál es el rol de las mujeres en las empresas cafeteras?
—En Villa Rica hay una asociación de sesenta mujeres. Ellas organizan a los productores para centralizar el café de las fincas y exportarlo a distintos países. Nuestro café llega a Francia, por ejemplo. Las mujeres no se están quedando atrás en el negocio. Y eso es grandioso. Yo también quiero hacer eso con mi propio café.
—¿Cuándo decidiste estudiar una carrera con el objetivo de montar una empresa cafetera?
—La verdad es que hasta hace un año yo todavía estaba con la mente en la luna. No tenía idea de mi futuro y me conformaba con hacer lo que sea. Mi familia me empezó a preguntar qué carrera quería seguir. En una reunión me senté por curiosidad en la mesa de los adultos. Ellos empezaron a conversar sobre qué se podría hacer para mejorar la finca. Ahí me proponen si yo podía estudiar algo que pueda ayudar a la empresa. Mi familia es mi vida, así que dije: “¿Y por qué no?”. Me comentaron sobre la carrera (ingeniería alimentaria) y me puse a investigar. Desde ese momento empecé poco a poco a darme cuenta de lo que podía lograr, que podía darle un valor agregado al café y que no cueste lo que cuesta ahora, porque el café de Villa Rica es muy bueno, es un café de especialidad, pero eso no se refleja en el precio.
Villa Rica es reconocida como uno de los principales emporios del café peruano. En el año 2004 ganó la medalla de oro al “Café más fino del mundo” en un evento realizado en Francia. El café de este distrito de la provincia de Oxapampa, en Pasco, también ha sido reconocido en otros certámenes internacionales. En el año 2012 se ubicó en el segundo lugar del Concurso Nacional de Cafés de Calidad. El cultivo industrial de granos de café se inició hace más de un siglo y paulatinamente ha atraído a clientes de todo el mundo.
—Me comentabas que tu familia contribuye a la reforestación de los campos de Villa Rica. ¿Qué acciones toman?
—Tiene que ver con lo que plantamos. Tú tienes una cuadra y plantas café, pero tienes que plantar cierta medida de café y adentro pierdes campo, pues no siembras nada. La mayoría en Villa Rica siembra el cacay y no se da cuenta de que una mejor opción es plantar pino, pues de aquí a diez años puedes sacar una madera que es de las más finas y caras. Queremos que nuestros productores entiendan que sembrar un árbol ahora cuesta tan solo S/1.50 en Villa Rica. Después solo deben sacrificar un año de su tiempo en cuidarlo, pues al año ya crece solo. Cuando mi familia se dio cuenta empezaron a resembrar. Por si fuera poco, esto le da al café un olor a bosque que es bien particular, le añade valor.
—Estudias en la Universidad Daniel Alcides Carrión, ¿Cuánto tardas en llegar de tu casa a la universidad?
—Son dos horas de viaje, por eso alquilo un cuarto a la vuelta de la universidad. Estoy ahí los días de semana y todos los sábados regreso a Villa Rica hasta el domingo.
—¿Cómo describirías tu experiencia universitaria?
—Cuando empecé la universidad, en mi salón éramos veinte alumnos. Salvo yo, nadie conocía Villa Rica. Es un lugar hermoso pero escondido. Ahora solo somos solo diez estudiantes. Es que algunos tenían la idea de que la carrera se iba más por la cocina. Algo que me gusta es que estamos mucho al aire libre, es una formación que se enfoca en la práctica. Yo me esfuerzo, no me gusta que me la dejen fácil.
—Muchas personas migran a la capital buscando un “mejor futuro”. ¿Has pensado en venir a Lima para cumplir tus objetivos?
—Me gustaría quedarme aquí porque me gusta mi carrera y cómo dictan los cursos. Además puedo ir regularmente a la finca, pero hay que ver la realidad: es cierto que hay mucho más movimiento comercial en la capital. Cuando voy a Lima me gusta ver lo que han creado, la información que puedo sacar para contribuir a la empresa cafetera familiar. El movimiento de todo el Perú se encuentra en Lima, allí es desde donde puedes exportar y llegar a ser conocido en otros países. Si alguna vez quiero salir, tendré que visitar Lima, tendré que trabajar allí. Pero más allá de mi futuro al lado del café, aunque me guste ir a las playas, la verdad es que amo los ríos.
—¿Qué es lo que le dirías a los jóvenes de tu edad que quieren abrirse paso en la industria cafetera?
—A las chicas que están terminando la secundaria les diría que no pierdan el tiempo, enfóquense en lo que van a estudiar en la universidad. Esa clase de la que te escapas o decides no entrar te podría servir muchísimo en el futuro. Les diría que sepan escoger una carrera. De qué sirve ganar dinero si vives cansado todos los días por tener que levantarte a hacer algo que no te gusta. Yo felizmente cuento con una familia que me ha inculcado esta tradición por el café, algo que amo y me hace sentir feliz. Hago este sacrificio porque tengo una familia que sé que daría todo por mí, así como yo daría todo por ellos. Ah, me olvidé de contarte un detalle que no le cuento a muchas personas, y es que en realidad yo no soy de Villa Rica, no nací ahí, sino en Huancayo.
—¿Y desde hace cuánto vives en Villa Rica?
—Hace más de diez años.
—¿Te sientes de Villa Rica o de Huancayo?
—Me siento totalmente de Villa Rica. Me preguntaste al inicio de dónde era, no dónde nací, por eso te respondí que soy de Villa Rica.